viernes, 3 de octubre de 2014

México 70 (Epílogo)


Allí estaba nuevamente sólo, bajo este tenue sol de playa. Me puse a caminar hasta la casa 266 en donde había un viejo corvette rosado en perfecto estado de conservación, justo al lado de un jeep cherokee marrón modelo de hace dos años. El pálido color blanco de la casa resaltaba elegantemente con los intensos rayos del astro rey. Empecé a tocar la puerta.

-¿Quién está allí?, espera un momento, ¡tu voz me suena familiar!, ¿quién eres tú?

-Cho soy el hijo de Jose´i Giovanni, ¿vos lo recuerda?

- ¡Ajá!, ¿con que tuvo un hijo con otra?, ¿cómo fue que no me entere?

- No señora, no es exactamente como usted lo piensa; él siempre pensaba en usted. Baje para acá y le explico todo - en realidad no sabía ni qué decir.

Escuché unos pasos apresurados, luego unos ruidos que indicaban que estaba frenéticamente tratando de abrir la puerta, cuando pronto la tuve frente a mí. Era del mismo tamaño, pero con el aspecto de una señora mayor bien preservada para su edad; el pelo todavía negro, sin peinar; vestía con ropas anchas tal vez para no dejar ver el paso de los años y sandalias de conejo rosadas. Esos detalles los omití cuando nuevamente me perdí en sus profundos ojos negros; dentro de ellos todavía podía ver a la alegre y atrevida muchacha que conocí cuarenta años atrás. Mi corazón se sentía como pelota de fútbol rebotando de taquito, porque comprendía que la seguía amando con la misma intensidad que el día en que nos conocimos, pero no quería que me reconociera; jamás me creería lo que paso. Por suerte para mí, Zip y Grup me habían puesto la ropa original con la que inicie el viaje en el tiempo; lo malo, es que fueron incapaces de ponerme tan siquiera una peluca para ocultar el corte de Jairizinho que me hicieron los brasileros, justo antes de la final del mundial.

- ¿Y tu papá?

- Él acaba de morir no hace mucho

Echa me dio un fuerte abrazo, como el que nos dábamos cuando andábamos juntos. Luego olí un suspiro y recibí un bofetón.

- ¡¡Ya deja de, mentir con esa pésima actuación, Jose ´i Giovanni!!

- Nderakore, ¿por qué decís eso yiyi?, ¿cómo supiste que soy cho?

- Soy una mujer, naco estúpido, ¿crees que no puedo reconocer ese olor a cebolla vieja?, ¿qué te paso a ti, no que te ibas a casar conmigo?, ¿qué cirugía hiciste para seguir viéndote tan joven?

-Si me permitís explicate, tal vez lo entendáis

A lo dicho le siguió otro bofetón

-¡¡Eyyy!!,  ¿eso por qué fue?

- Porque siempre llegas tarde, aunque esta vez abusaste. Entra adentro y relátame todo

Hice lo posible para relatarle la extraña trama y ella no dejaba de tener esa expresión ridícula en su cara, como si no me tomara en serio. La puedo entender, cho tampoco le creería esta historia a nadie.

- ¿No pudiste inventar una mejor historia?, parece sacada de una película de ciencia ficción de tercera del tipo B. Te hubiera quedado mejor si me contaras que te raptaron los extraterrestres por muchos años o que te escapaste a la dimensión desconocida.

- Tampoco lo creo cho

- Y a ti, ¿qué te hace pensar que voy a recibirte con los brazos abiertos de nuevo, payaso?, ¿qué tienes que decir?, ¡¡ándale!!

            Trate de ser lo más romántico posible; cho jamás he sido bueno en eso, pero creo que ese día dije la mejor frase de toda mi vida.

- Sé que cho me perdí los mejores años de tu vida, pero todavía te amo. Si cho pudiera, cambiaría mi victoria en la final del mundial por seguir estando contigo el resto de mi vida, aunque eso significara no vivir para ver el mundial de Sudáfrica.

            Echa me dio un apasionado beso, que a pesar de lo arrugado de sus antes carnosos labios, cho lo sentí como la primera vez.



- Ven, tengo algo que mostrarte

            Me llevo a su dormitorio en donde estaba su viejo baúl, de donde desempolvó viejos recuerdos.

- Esta es mi camisa sin mangas del día que nos conocimos, ¿recuerdas?

            Cada recuerdo me traía nostalgia.

- Tú taza de mate; la que te ofrecí la noche que hicimos el amor allá en Xochimilco, en la cabaña de mi abuela.

            Lo siguiente que saco golpeo de tal forma mi cabeza, que quede derribado en el suelo viendo más estrechas que las que tenían pegadas los brasileños en el uniforme de su selecao. Segundos después, cuando me reincorporé, pude reconocer que era.

- ¡¡Nderakore, la pelota de la final!!, ¿qué haces tú con echa?

- Puedes quedártela, todavía huele a la suela de tus tacos. Estaba tan desenfrenada buscando todos los recuerdos que podía de esa final, que ni me fije que lo tome, mientras te esperaba sin saber que te vería cuarenta años después.
           
            Justo al lado de ese baúl, había una mesita de noche. Sobre aquel mueble estaba un portarretrato: en echa aparecía María Teresa, tal como se ve actualmente, pegada al costado izquierdo de un hombre de peinado y bigotes ridículos veinte años mayor que cho pero la misma cantidad de años más joven que María Teresa. A su derecha, bien aferrada a él, una hermosa muchacha rubia algo más joven que él. Se podía apreciar también a María Teresa agarrando a un niño por su bracito; éste a su vez, hacia lo propio con una bebe de entre dos o tres años. En la imagen había un paisaje con una pirámide macha de fondo.



- ¿Vos conoces a esa gente? – le pregunte señalando hacia el portarretrato

            Echa se volvió la cabeza hacia mí, como queriendo decirme algo que hace mucho tiempo deseaba revelarme.

- Esos niños de la foto son tus nietos

            Me congelé

- ¿Y él es?

- Sí chamaco, ese señor de la foto, con la guera hija política tuya, es tu hijo.

¡¡Qué guay!!

            Mejor no sigo contando esto; me siento peor que en el confesionario con Fernando Lugo.
 
Próximamente: Alemania 2006: En la cabeza de Zidane

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FIN

2 comentarios:

  1. Me gustó la comicidad que le imprimiste al relato, y los diálogos muy originales.

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    1. Gracias Sandy, tambien disfruto tus críticas. A propósito, muy pronto marcare tu blog como uno de mis favoritos. Hasta luego, oh hermosa diva pseudo gótica.

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