jueves, 17 de septiembre de 2015

El baile de la muerte de Joe Lambada, 16ta parte



 A merced del jaguar






En la penumbra de la selva, la poca luz solar que se filtraba por entre las copas de los árboles, parecía darle una lúgubre y mística iluminación a aquel coliseo selvático, donde el mosquito volaba victorioso, al asecho de la sangre fresca y el buitre esperaba pacientemente a que la dama muerte le concediera la carroña de la salvaje carnicería que estaba a punto de comenzar. Todo el ruido de la jungla era la música de fondo del gran combate.

Dos hombres, de tamaños distintos pero de cuerpos fornidos, espalda contra espalda y la guardia alta, se movían de manera lateral formando un círculo mientras eran observados por sus depredadores: una jauría de jaguares hambrientos, rugiendo en un frenesí de delirante placer y sus grandes ojos felinos reflejando la poca luz solar; aquellos extraños puntos de luz parecían apuntar sus débiles rayos hacia el cuerpo de los hombres, como anunciando su desenlace fatal. Lentamente se acercaban a pasos sigilosos, cerrando el cerco, buscando intimidar a los dos rivales, que aun los miraban de manera desafiante y sin el menor asomo de miedo; o al menos es lo que querían hacerles creer a las bestias. Luego, las bestias caminaron alrededor de ellos, mirándolos con expresión de delirio y emitiendo leves pero intimidantes rugidos.

No muevas ningún músculo Acab – dijo Lambada entre susurros -, o la pagaremos caro; si nos adelantamos demasiado, esas bestias tomaran ventaja. Debemos estar pendientes a que ellos ataquen primero; ganaremos una pequeña ventaja sicológica si bloqueamos el primer ataque y podríamos sacar provecho de esa intimidación. Nuestro mayor recurso es el orden y la disciplina; el de ellos, la fuerza y la agilidad.

¿Desde cuándo crees que necesito consejos tuyos, necio? ¿Crees que no se pelear?

Lambada prorrumpió una risita. Luego respondió lo siguiente.

En realidad, yo quería advertirte de… esto!!


Lambada se agacho con suma agilidad; un jaguar salto sobre él y ahora iba hacia la espalda de Michaelson, quien reacciono en sólo microsegundos: realizo una patada giratoria en el aire, por arriba de Joe Lambada y golpeo al felino. La bestia cayó al suelo de forma bien accidentada en el suelo. Acto seguido, los jaguares atacaron de forma masiva a los dos hombres.

Tanto Joe como Acab tuvieron que agacharse hacia abajo para evitar la acometida de dos jaguares, quienes iban a embestir contra ellos en ese mismo momento; los dos chocaron frente a frente, llevándose el que venía de la derecha al de la izquierda. Ambos cayeron al suelo aturdidos, mientras sus otros compañeros atacaban ferozmente a Lambada y a Michaelson, quienes realizaban piruetas acrobáticas, golpes y patadas para enfrentar a sus numerosos adversarios; ambos hombres, aunque estaban a una distancia mayor a lo planeada entre ellos – debido a que tuvieron que dispersarse para esquivar a sus ágiles rivales -, trataban de mantener el mismo compas: estar lo más cerca posible del otro, espalda contra espalda, para evitar ser sorprendidos por detrás por los jaguares al mismo tiempo que se movían en círculos.




El patrón de la danza era casi siempre similar: Lambada se agachaba antes de que uno de los felinos cayera sobre él, para dejarlo ir a la espalda de Michaelson; éste, con ágiles reflejos, daba un salto giratorio en el aire – a casi dos metros de altura, dado que las bestias se elevaban lo suficientemente alto para alcanzar la estatura de Joe- . Simultáneamente, Michaelson se agachaba, para dejar que el jaguar fuera en dirección a Joe; él usualmente recibía a la bestia con una patada giratoria a baja altura para su tamaño, debido a que, en ese lado, las bestias atacaban más abajo para alcanzar al pequeño Acab. Los hombres se movían en círculos, alrededor de un centro imaginario – siempre que el ritmo de la pelea se los permitía -, rompiéndolo ocasionalmente para esquivar los ataques masivos de sus adversarios; en esos casos, tenía que valerse de piruetas acrobáticas, realizadas  casi en fracciones de segundos. Pero tomaban en cuenta un detalle muy importante: jamás debían separarse de su centro imaginario.

Una patada giratoria hacia el cielo, derribamiento de un jaguar; una patada giratoria de Joe, caen dos jaguares… Cinco jaguares se lanzan, casi al unísono y desde múltiples direcciones, hacia Joe y Acab, causando que estos rompan su centro entre maniobras evasivas y movimientos de break dance… A duras penas Joe se defiende del ataque simultáneo de tres de los felinos, por lo que Acab les lanza tierra para que su compañero se se defienda mejor, al mismo tiempo que es asechado por cuatro rivales… Acab Michaelson recibe múltiples heridas de jaguar por todo el cuerpo, mientras un lástimado Joe sigue respirando por la boca. Ahora parecía que dom Acab Michaelson llevaba todo el peso del combate, al mismo tiempo que Joe Lambada lucia cada vez más errático y débil.

Un jaguar se lanza al ataque hacia el punto ciego de Joe, pero es repelido por una patada voladora de Michaelson, a sólo segundos de estar a punto de asesinarlo. Tras caer en el suelo, el jaguar huye, lo que es emulado por sus otros compañeros; la manada entera se interna nuevamente en la selva, tan repentinamente como aparecieron la primera vez.

Acab Michaelson y Joe Lambada lucían cansados, respirando por la boca, arañados, picados por todo tipo de alimañas, pero aun con suficientes ganas de pelear. Sin embargo, Joe lucia más fatigado: su abdomen a duras penas podía sostener el peso de su macizo cuerpo, causando que se viera algo encorvado y desgarbado, para satisfacción de su delirante rival. Ese fue el resultado de los disparos de metralla recibidos por detrás, cuando Juan, el último hijo que le quedaba con vida a dom Acab, le disparo a quemarropa en la parte trasera de su chaleco antibalas

No entiendo algo – jadeaba -, pudiste dejar que me asesinara ese animal y no tendrías más trabajo para matarme.

-¿Qué yo qué? No Joe, no voy a permitir que un animal que quite el privilegio de aniquilarte ¡¡Eres mío Joe, mío para asesinarte, mío, mío!!

-Pues te arrepentirás haber dejado que ese jaguar me matara – dijo en tono desafiante, sin apartarle la mirada..

-¡¡Y tú desearas que ese animal te hubiese matado, porque lo que ibas a recibir de él sólo serían caricias de gato comparadas con lo que yo te voy a dar!!




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