La
camioneta todoterreno continuaba su frenética huida por la accidentada jungla,
atropellando cuanta flora y fauna encontraba a su paso. La perseguía por detrás
Joe Lambada, en la moto Kawasaki que le arrebato al cadáver de Juan, el último
hijo que le quedaba a dom Acab. A Joe lo
seguía el voraz incendio causado por todos los explosivos que uso para destruir
la mina de Acab y que ahora amenazaba con devorar la selva; afortunadamente, la
tracción de la moto fue suficiente para dejarlo bien atrás y salvar su pellejo.
Entre
sacudidas violentas y embestidas, había un Acab Michaelson con manos
temblorosas al volante. Al mirar hacia atrás vio que aquel demente le estaba
dando alcance con su moto; esa fue la razón por lo cual desenfundo su pistola
block para tratar de matarlo, pero el escurridizo motociclista lograba esquivar
los disparos. Estaba tan entretenido en su acción de disparar, que no se dio
cuenta de que estaba avanzando hacia un árbol de tronco grueso. Chocó contra él,
con tal violencia, que todo su chasis delantero se doblo como acordeón. Minutos
más tarde, su perseguidor le da alcance.
Dando
por finalizada la acción, Joe Lambada detiene la moto, desenfunda una de sus
pistolas y se acerco al accidentado vehículo. Camino con extremo sigilo hacia
la cabina del conductor, que al abrir la desacomodada puerta, sus bisagras
emitieron un sonoro crujido metálico. Lo único que pudo ver, además de un
asiento vacío, eran las bolsas de aire que se habían activado tras el choque.
-¿Dónde
está ese gringo infeliz?
Meditando
esto, tuvo la extraña sensación de que algo se acercaba hacia él. Se echo justo
a tiempo a un costado, evitando una brutal embestida en dirección suya. La
fuerza del impacto fue tal, que hizo que la pesada puerta de pasajero volara
por los aires , colina abajo, arrasando con toda la vegetación que estaba en su
camino. Se disolvio en el río que pasaba por la orilla; el mismo que arrastraba
los desperdicios químicos de la mina hacia la corriente del Amazonas.
Mientras
Joe se reincorporaba del suelo, tras romper el impacto de la caída producto de
su salto acrobático, contemplaba al monstruo capaz de tal portento: un hombre medianamente alto – aunque comparándolo con
Lambada, se veía como un adolescente -, calva prominente, mostacho, vivaces
ojos azul oscuro, traje de safari, botas militares y una marcada expresión de
furia. Un desafiante Acab Michaelson estaba presto para la batalla.
Lambada
no esperaba que aquel hombrecillo lo confrontara, pero desde el punto de vista
de Acab, no había otra salida: aunque era un ex oficial de fuerzas especiales
estadounidenses, entrenado para sobrevivir cualquier ambiente, había oído de la
fama que Joe tenía de conocer toda la selva amazónica como la palma de su mano.
Era obvio que, tarde o temprano, lo
haría pagar por todas las que le hizo; por eso se decidió a plantarle cara aún
a costo de su vida.
-
¡¡Has matado a dos de mis hijos, destruiste mi mina, me dejaste en la
bancarrota y no asesinaste al tonto ese!!¡¡Voy a arrancarte los sesos!!
-
¡¡Pues dale, viejo mala paga; verás cómo te cobro más caro!!
Con
furiosos movimientos de sus manos, el hombre se arrancó las camisas de un solo
tirón, quedando los restos cayendo lentamente hacia el suelo. Ahora mostraba
todas las extremidades de la parte superior del cuerpo: su físico de gimnasio,
el tatuaje de chupa cabras en el pecho, unas letras japonesas escritas a la
derecha de su ombligo y sus brazos oscurecidos, con marcas que parecía
jeroglíficos egipcios o mayas.
Joe,
en cambio, se quito su chaleco antibalas, dejando desnudo la parte superior del
cuerpo, cuya únicas partes cubiertas eran su pecho izquierdo, en donde tenía
adherido el tatuaje de san la muerte y su flamante pañuelo rojo que le cubría
la parte superior de la cabeza.
Ambos
hombres mostraban sus musculosos cuerpos de atletas olímpicos: Joe era el que tenía
más masa muscular con respecto a su tamaño, mientras dom Acab podía alardear de
una muy buena musculatura para su categoría de peso.
Michaelson
cogió impulso, dando un salto de trayectoria lateral a la vez que giraba su
cuerpo en el aire, realizando cinco piruetas hacia adelante y parcialmente de
costado. En la última aterrizo de pie, a unos dos metros del costado izquierdo
de Joe. Se puso en guardia, emulando la kata de la mantis religiosa. Acab
Michaelson estaba listo para el combate.
Joe
llegó a una conclusión: el cobarde sabía capoeira. También era consciente que
era más pesado y grande que su contrincante, por lo que decidió usar su mayor
alcance para noquearlo. Emulando a una pantera, Joe Lambada se puso en guardia.
Joe
lanzo una rápida patada en dirección a Michaelson, que esquivo dando un salto
de giros de media luna en el aire hasta que volvió a caer de pie.
Inmediatamente, Joe le lanzo otra patada fugaz, sólo para ser esquivada
nuevamente por su rival, quien salto dando giros diagonales en el aire formando
rombos. Después realizo otro ataque con dobles patadas giratorias, pero Acab
dio saltos en el aire en otra trayectoria de arco, formando círculos que
avanzaban hacia adelante mientras tenía sus antebrazos abrazando sus rodillas y
su cabeza pegada a ellas; como si fuera un ninja. Una vez más aterrizo de pie.
Lambada
se dio cuenta de la agilidad del rival, por lo que inicialmente se inclino por
la idea de interceptarlo en el aire. Espero a que dom Acab esquivara otro de
sus golpes con sus saltos para también saltar hacia él. Se elevo dando dobles
patadas voladoras de hélice verticales, sólo para recibir una lluvia de patadas
de parte de Michaelson.
Cayó
mal de espaldas, pero rápidamente levanto sus piernas en dirección a la cabeza,
dejando su abdomen contraído y con ambos brazos doblados, soportando la presión
del cuerpo mientras se apoyaban en el suelo, dio un salto hacia adelante que lo
dejo en pie nuevamente. Se puso en guardia como una pantera.
Ambos
rivales se miraban fijamente a los ojos, aunque tal vez a Joe le costaba un
poco más dado la diferencia de estatura entre ellos. Joe estaba moviendo su guardia
de manera lenta imitando a una pantera de pantera, mientras Acab hacia lo
propio pero emulando los de la mantis religiosa. Se movían caminando de manera
lateral y en círculos, en un extraño tipo de baile de la muerte en que todo
podía suceder.
Lambada
concluyo que no tenía la agilidad de Acab, por lo que éste tenía la ventaja
aérea. Decidió ir a la carga atacándolo por tierra; así provocaría que saltara
y una vez comenzara a ascender, aprovechar su mayor alcance para propinarle un
golpe desde abajo que lo derribaría. Una vez debilitado por la caída, haría uso
de su fuerza y alcance para derrotarlo.
Lambada
avanzo hacia la posición de Michaelson, girando sobre sí mismo, mientras daba
patadas giratorias al estilo capoeira, como si fuera un trompo humano. Justo
cuando las largas piernas de Joe lo iban a alcanzar, Michaelson se impulso
sobre sus talones para realizar otro salto; pero cuando estaba elevándose sobre
su rival, a más de metro ochenta sobre el suelo, éste le lanzo un gancho de izquierda hacia su abdomen con su largo brazo, lo que hizo que la trayectoria
aérea de Michaelson fuera bastante irregular. Fue tal el efecto del golpe, que
Acab Michaelson no logro completar el arco perfecto en el aire que solía formar
para evadir los golpes de Joe y aterrizo a unos centímetros de la espalda de su
adversario, quien ni corto ni perezoso reacciono avanzando hacia su dirección y
le embistió con esa misma espalda, lo que terminó lanzando enviando el cuerpo
de Acab a unos cuatro metros de distancia culminando en una mala caída.
Pero
justo cuando estaba algo eufórico por haberle propinado tal golpe de cuerpo
entero a Acab, a Joe le invadió un agudo dolor en su espalda. Se paso la mano
hacia atrás y al frotarse sus músculos traseros, experimento un poco más de
dolor.
-
Ayyyy, mi espalda
Pensó en voz alta, pero lo
suficientemente bajo como para que su aún no reincorporado rival lo escuchara.
Resulta ser que los balazos por detrás que le disparo el último hijo de Acab
antes de matarlo, aunque no penetraron su chaleco antibalas, sí causaron tal
impacto en sus músculos, que todavía sentía las consecuencias.
Pero
para mala suerte de Joe, su rival se reincorporaba, doblando completamente sus
piernas en dirección a su cabeza, apoyándose en sus dos brazos contra el suelo
como si fueran catapultas y de un salto en trayectoria de arco, quedo de pie.
Ya había notado la debilidad de su rival más grande y sin más contemplaciones,
castigó su espalda.
Por
espacio de diez eternos minutos, quedo indefenso ante las acometidas de
Michaelson, quien daba patadas a placer; sólo su mayor peso le permitía
soportar tal castigo, logrando reincorporarse una y otra vez, siempre con
grandes dificultades. Michaelson parecía no cansarse nunca, mientras a Joe le
costaba respirar, y era justamente ese
el objetivo del primero: evitar que Joe Lambada pudiera inspirar grandes
bocanadas de aire; de hecho, sus constantes ataques continuaban uno o dos
segundos después de cada última respiración.
Una
de las patadas de Joe logró dar en el pecho de Michaelson, moviéndolo a unos
metros de él. Aquella acción, que en una de sus mejores peleas hubiera bastado
para noquear a rivales dos veces y media más grandes que éste, en esta ocasión
sólo sirvio para brindarle unos segundos de aire.
Ambos
rivales reanudaron los movimientos en círculos, sin perderse de vista el uno
del otro, moviendo los brazos en círculos cerrados, guardia alta, las
extremidades superiores ligeramente inclinadas hacia adelante y mucho ritmo;
tal como en cualquier pelea de capoeira.
Acab
Michaelson sabía que debía seguir hostigando a Joe, para dar la mayor parte de
golpes posibles a su anatomía, con el propósito de minar su resistencia y
finalmente noquearlo. El tiempo estaba de su lado: estaba en mejores
condiciones para llevar la pelea a la distancia y así salir victorioso ante un
desgastado Joe.
Joe,
por su parte, era consciente de que Michaelson se encontraba en mejores
condiciones físicas; así que puso sus esperanzas en noquearle con un golpe
contundente. Tenía mayor peso y alcance para lograr tal objetivo; sólo
lamentaba no tener la estamina que sí tuvo al principio y una espalda
lesionada.
Rápidamente,
Michaelson se movió hacia adelante lanzando patadas giratorias, tan rápido, que
el propio Lambada apenas lo vio; sólo le alcanzo el tiempo para detener una de
las patadas que iba en dirección a su cara, con una sola mano. Aquel tipo de
bloqueo le causo mucho dolor. Michaelson, quien estaba ligeramente suspendido
en el aire tras ese golpe frustrado, con la pierna semi sujetada a los elevados
hombros del rival, aprovecho su vacilación para conectarle una patada giratoria
con el otro pie, pero en el costado derecho.
Aún
en medio de su dolor, Joe tuvo fuerzas para llevarse a su rival, quien estaba
pegado en frente suyo, hacia abajo. Buscaba aprovechar su mayor peso y la
gravedad para destrozarlo. Sin embargo, a cuatro segundos del impacto, el
pequeño hombre se las arreglo para zafarse y rodar, cuerpo entero, hacia otra
dirección. Joe logró amortiguar el impacto de la caída con sus antebrazos
doblados; sus manos, que estaban paralelas al suelo, sufrieron el impacto.
Joe
no tuvo tiempo de levantarse: tuvo que rodar cuerpo entero por el suelo para
esquivar los ataques de Michaelson que, realizando movimientos tipo breakdance,
le lanzaba rápidas patadas giratorias laterales buscando hacerle daño a su
anatomía. Ante el persistente ataque,
Joe se vio obligado a realizar un esfuerzo casi sobrehumano: en menos de un
pestañeo, realizo unas piruetas hacia atrás, justo un segundo antes de otra
patada de Michaelson, hasta retroceder unos metros, saltar hacia arriba y al
fin quedar en pie.
Volvió
a estar erguido, guardia cerrada y en posición similar a una pantera, pero le
costaba mucho mantenerla, respiraba por la boca y se tambaleaba: el dolor de
espalda era cada vez más intenso. Un confiado Acab Michaelson lo miraba con
delirio. Aprovecho aquellos momentos de debilidad, para coger tierra del suelo
y lanzarla a los ojos de Joe, quien apenas logro contenerla. Avanzo rápidamente
hacia donde estaba y comenzó otra brutal paliza, que, tras un enorme esfuerzo,
el grandulón pudo pararla amarrando su cuerpecillo, como un oso dispuesto a
romperle los huesos a su presa. Sacando fuerzas de flaqueza y respirando por la
boca, Joe dio muchas vueltas sobre sí mismo, hasta sacar el impulso suficiente
como para lanzar a Michaelson lejos de él.
Michaelson
se alejo por unos metros, despedido en el aire, en dirección hacia un grueso
tronco de árbol. Justo antes del impacto, realizo unas piruetas hacia atrás,
como si fuera un gato, formando una trayectoria curva hacia el suelo, logrando
caer de pie. Luego, comenzó a dar patadas giratorias en el aire en dirección de
Joe, probablemente buscando ese golpe final. Pero, en el último momento,
Lambada hizo gala de sus extraordinarios reflejos: se agacho unos centímetros
hacia abajo, justo cuando las piernas de Michaelson estaban sobre él; elevo sus
grandes y fornidos brazos hacia arriba, aprovechando un mínimo de fuerza y el
momentum de su rival en el aire para lanzarlo a unos metros más arriba de él.
Aquel
movimiento desequilibro a Michaelson: realizaba piruetas erráticas en el aire,
hasta chocar con algunas ramas robustas de los árboles. Junto con alimañas y
hojarascas, dom Acab descendió aceleradamente hacia el suelo, pero logro frenar
su caída contrayéndose como una bola y dando giros en trayectoria curva hacia
abajo. Cayó al suelo con gran dificultad; sólo su destreza lo salvo de un
impacto estrepitoso, pues rompió la caída rodando por la arenosa superficie. De
un salto ágil, Michaelson se reincorporo y miro desafiante a un debilitado Joe
Lambada, que aunque se veía tambaleante, no dejaba de mirarlo de frente.
Vaya,
vaya, y eso que hace una hora tú me perseguías y yo huía de ti, jajajajaja,
¿qué se siente que se hayan invertido los papeles? Ahora soy el depredador del
gran Joe Lambada: vas a morir como un gusano.
De
pronto, se escucharon unos rugidos de fieras. Tanto Michaelson como Lambada
vieron a todas direcciones: de la penumbra de los árboles, una multitud de ojos
brillantes los atravesaban con sus tenebrosas miradas.
-
¡¿Qué demonios son estos?!
-
No son demonios, son jaguares y nos han rodeado.
-
Pero eso es imposible: los jaguares no comen seres humanos.
-
No es lo usual, pero creo que estaban oliendo nuestra sangre; Acab, creo que
tendremos que hacer una tregua para hacer frente a esta amenaza. Pongámonos de
espaldas uno contra el otro, con el fin de mantenernos en guardia y evitar que
los felinos nos ataquen por atrás, que es lo que más les gusta. También
recuerda que a los jaguares les gusta atacar por el punto ciego de las
víctimas, lo cual lo hace un rival temible. Siento mucho decir que tendré que
practicar una mortífera pieza de capoeira contigo.
-
¡¿Tú?! Jajajajajajaja, copia barata de Tarzan ¿Así como estás? Oye Lambada, si
los jaguares no acaban primero contigo, no veo la forma que puedas continuar
nuestra pelea; asumiendo que después de esto, quede algo de ti.
Al
escuchar aquella frase desafiante, Joe Lambada, haciendo gala de gran orgullo,
le respondió.
-
No estés tan seguro; no me iré al infierno hasta darte una paliza, pedazo de
hombre calvo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario