domingo, 8 de marzo de 2015

El baile de la muerte de Joe Lambada (15ta parte)



La camioneta todoterreno continuaba su frenética huida por la accidentada jungla, atropellando cuanta flora y fauna encontraba a su paso. La perseguía por detrás Joe Lambada, en la moto Kawasaki que le arrebato al cadáver de Juan, el último hijo que le quedaba a dom Acab.  A Joe lo seguía el voraz incendio causado por todos los explosivos que uso para destruir la mina de Acab y que ahora amenazaba con devorar la selva; afortunadamente, la tracción de la moto fue suficiente para dejarlo bien atrás y salvar su pellejo.

Entre sacudidas violentas y embestidas, había un Acab Michaelson con manos temblorosas al volante. Al mirar hacia atrás vio que aquel demente le estaba dando alcance con su moto; esa fue la razón por lo cual desenfundo su pistola block para tratar de matarlo, pero el escurridizo motociclista lograba esquivar los disparos. Estaba tan entretenido en su acción de disparar, que no se dio cuenta de que estaba avanzando hacia un árbol de tronco grueso. Chocó contra él, con tal violencia, que todo su chasis delantero se doblo como acordeón. Minutos más tarde, su perseguidor le da alcance.

Dando por finalizada la acción, Joe Lambada detiene la moto, desenfunda una de sus pistolas y se acerco al accidentado vehículo. Camino con extremo sigilo hacia la cabina del conductor, que al abrir la desacomodada puerta, sus bisagras emitieron un sonoro crujido metálico. Lo único que pudo ver, además de un asiento vacío, eran las bolsas de aire que se habían activado tras el choque.

-¿Dónde está ese gringo infeliz?

Meditando esto, tuvo la extraña sensación de que algo se acercaba hacia él. Se echo justo a tiempo a un costado, evitando una brutal embestida en dirección suya. La fuerza del impacto fue tal, que hizo que la pesada puerta de pasajero volara por los aires , colina abajo, arrasando con toda la vegetación que estaba en su camino. Se disolvio en el río que pasaba por la orilla; el mismo que arrastraba los desperdicios químicos de la mina hacia la corriente del Amazonas.

Mientras Joe se reincorporaba del suelo, tras romper el impacto de la caída producto de su salto acrobático, contemplaba al monstruo capaz de tal portento: un hombre  medianamente alto – aunque comparándolo con Lambada, se veía como un adolescente -, calva prominente, mostacho, vivaces ojos azul oscuro, traje de safari, botas militares y una marcada expresión de furia. Un desafiante Acab Michaelson estaba presto para la batalla. 

Lambada no esperaba que aquel hombrecillo lo confrontara, pero desde el punto de vista de Acab, no había otra salida: aunque era un ex oficial de fuerzas especiales estadounidenses, entrenado para sobrevivir cualquier ambiente, había oído de la fama que Joe tenía de conocer toda la selva amazónica como la palma de su mano. Era obvio que,  tarde o temprano, lo haría pagar por todas las que le hizo; por eso se decidió a plantarle cara aún a costo de su vida.

- ¡¡Has matado a dos de mis hijos, destruiste mi mina, me dejaste en la bancarrota y no asesinaste al tonto ese!!¡¡Voy a arrancarte los sesos!!

- ¡¡Pues dale, viejo mala paga; verás cómo te cobro más caro!!

Con furiosos movimientos de sus manos, el hombre se arrancó las camisas de un solo tirón, quedando los restos cayendo lentamente hacia el suelo. Ahora mostraba todas las extremidades de la parte superior del cuerpo: su físico de gimnasio, el tatuaje de chupa cabras en el pecho, unas letras japonesas escritas a la derecha de su ombligo y sus brazos oscurecidos, con marcas que parecía jeroglíficos egipcios o mayas.

Joe, en cambio, se quito su chaleco antibalas, dejando desnudo la parte superior del cuerpo, cuya únicas partes cubiertas eran su pecho izquierdo, en donde tenía adherido el tatuaje de san la muerte y su flamante pañuelo rojo que le cubría la parte superior de la cabeza.



Ambos hombres mostraban sus musculosos cuerpos de atletas olímpicos: Joe era el que tenía más masa muscular con respecto a su tamaño, mientras dom Acab podía alardear de una muy buena musculatura para su categoría de peso.

Michaelson cogió impulso, dando un salto de trayectoria lateral a la vez que giraba su cuerpo en el aire, realizando cinco piruetas hacia adelante y parcialmente de costado. En la última aterrizo de pie, a unos dos metros del costado izquierdo de Joe. Se puso en guardia, emulando la kata de la mantis religiosa. Acab Michaelson estaba listo para el combate.        

Joe llegó a una conclusión: el cobarde sabía capoeira. También era consciente que era más pesado y grande que su contrincante, por lo que decidió usar su mayor alcance para noquearlo. Emulando a una pantera, Joe Lambada se puso en guardia. 

Joe lanzo una rápida patada en dirección a Michaelson, que esquivo dando un salto de giros de media luna en el aire hasta que volvió a caer de pie. Inmediatamente, Joe le lanzo otra patada fugaz, sólo para ser esquivada nuevamente por su rival, quien salto dando giros diagonales en el aire formando rombos. Después realizo otro ataque con dobles patadas giratorias, pero Acab dio saltos en el aire en otra trayectoria de arco, formando círculos que avanzaban hacia adelante mientras tenía sus antebrazos abrazando sus rodillas y su cabeza pegada a ellas; como si fuera un ninja. Una vez más aterrizo de pie.

Lambada se dio cuenta de la agilidad del rival, por lo que inicialmente se inclino por la idea de interceptarlo en el aire. Espero a que dom Acab esquivara otro de sus golpes con sus saltos para también saltar hacia él. Se elevo dando dobles patadas voladoras de hélice verticales, sólo para recibir una lluvia de patadas de parte de Michaelson.

Cayó mal de espaldas, pero rápidamente levanto sus piernas en dirección a la cabeza, dejando su abdomen contraído y con ambos brazos doblados, soportando la presión del cuerpo mientras se apoyaban en el suelo, dio un salto hacia adelante que lo dejo en pie nuevamente. Se puso en guardia como una pantera.

Ambos rivales se miraban fijamente a los ojos, aunque tal vez a Joe le costaba un poco más dado la diferencia de estatura entre ellos. Joe estaba moviendo su guardia de manera lenta imitando a una pantera de pantera, mientras Acab hacia lo propio pero emulando los de la mantis religiosa. Se movían caminando de manera lateral y en círculos, en un extraño tipo de baile de la muerte en que todo podía suceder.


Lambada concluyo que no tenía la agilidad de Acab, por lo que éste tenía la ventaja aérea. Decidió ir a la carga atacándolo por tierra; así provocaría que saltara y una vez comenzara a ascender, aprovechar su mayor alcance para propinarle un golpe desde abajo que lo derribaría. Una vez debilitado por la caída, haría uso de su fuerza y alcance para derrotarlo.

Lambada avanzo hacia la posición de Michaelson, girando sobre sí mismo, mientras daba patadas giratorias al estilo capoeira, como si fuera un trompo humano. Justo cuando las largas piernas de Joe lo iban a alcanzar, Michaelson se impulso sobre sus talones para realizar otro salto; pero cuando estaba elevándose sobre su rival, a más de metro ochenta sobre el suelo, éste le lanzo un gancho de izquierda hacia su abdomen con su largo brazo, lo que hizo que la trayectoria aérea de Michaelson fuera bastante irregular. Fue tal el efecto del golpe, que Acab Michaelson no logro completar el arco perfecto en el aire que solía formar para evadir los golpes de Joe y aterrizo a unos centímetros de la espalda de su adversario, quien ni corto ni perezoso reacciono avanzando hacia su dirección y le embistió con esa misma espalda, lo que terminó lanzando enviando el cuerpo de Acab a unos cuatro metros de distancia culminando en una mala caída.


Pero justo cuando estaba algo eufórico por haberle propinado tal golpe de cuerpo entero a Acab, a Joe le invadió un agudo dolor en su espalda. Se paso la mano hacia atrás y al frotarse sus músculos traseros, experimento un poco más de dolor.

- Ayyyy, mi espalda

            Pensó en voz alta, pero lo suficientemente bajo como para que su aún no reincorporado rival lo escuchara. Resulta ser que los balazos por detrás que le disparo el último hijo de Acab antes de matarlo, aunque no penetraron su chaleco antibalas, sí causaron tal impacto en sus músculos, que todavía sentía las consecuencias.

Pero para mala suerte de Joe, su rival se reincorporaba, doblando completamente sus piernas en dirección a su cabeza, apoyándose en sus dos brazos contra el suelo como si fueran catapultas y de un salto en trayectoria de arco, quedo de pie. Ya había notado la debilidad de su rival más grande y sin más contemplaciones, castigó su espalda.

Por espacio de diez eternos minutos, quedo indefenso ante las acometidas de Michaelson, quien daba patadas a placer; sólo su mayor peso le permitía soportar tal castigo, logrando reincorporarse una y otra vez, siempre con grandes dificultades. Michaelson parecía no cansarse nunca, mientras a Joe le costaba respirar, y era justamente  ese el objetivo del primero: evitar que Joe Lambada pudiera inspirar grandes bocanadas de aire; de hecho, sus constantes ataques continuaban uno o dos segundos después de cada última respiración.

           
Una de las patadas de Joe logró dar en el pecho de Michaelson, moviéndolo a unos metros de él. Aquella acción, que en una de sus mejores peleas hubiera bastado para noquear a rivales dos veces y media más grandes que éste, en esta ocasión sólo sirvio para brindarle unos segundos de aire.

Ambos rivales reanudaron los movimientos en círculos, sin perderse de vista el uno del otro, moviendo los brazos en círculos cerrados, guardia alta, las extremidades superiores ligeramente inclinadas hacia adelante y mucho ritmo; tal como en cualquier pelea de capoeira.

Acab Michaelson sabía que debía seguir hostigando a Joe, para dar la mayor parte de golpes posibles a su anatomía, con el propósito de minar su resistencia y finalmente noquearlo. El tiempo estaba de su lado: estaba en mejores condiciones para llevar la pelea a la distancia y así salir victorioso ante un desgastado Joe. 

Joe, por su parte, era consciente de que Michaelson se encontraba en mejores condiciones físicas; así que puso sus esperanzas en noquearle con un golpe contundente. Tenía mayor peso y alcance para lograr tal objetivo; sólo lamentaba no tener la estamina que sí tuvo al principio y una espalda lesionada.

Rápidamente, Michaelson se movió hacia adelante lanzando patadas giratorias, tan rápido, que el propio Lambada apenas lo vio; sólo le alcanzo el tiempo para detener una de las patadas que iba en dirección a su cara, con una sola mano. Aquel tipo de bloqueo le causo mucho dolor. Michaelson, quien estaba ligeramente suspendido en el aire tras ese golpe frustrado, con la pierna semi sujetada a los elevados hombros del rival, aprovecho su vacilación para conectarle una patada giratoria con el otro pie, pero en el costado derecho.

Aún en medio de su dolor, Joe tuvo fuerzas para llevarse a su rival, quien estaba pegado en frente suyo, hacia abajo. Buscaba aprovechar su mayor peso y la gravedad para destrozarlo. Sin embargo, a cuatro segundos del impacto, el pequeño hombre se las arreglo para zafarse y rodar, cuerpo entero, hacia otra dirección. Joe logró amortiguar el impacto de la caída con sus antebrazos doblados; sus manos, que estaban paralelas al suelo, sufrieron el impacto.

Joe no tuvo tiempo de levantarse: tuvo que rodar cuerpo entero por el suelo para esquivar los ataques de Michaelson que, realizando movimientos tipo breakdance, le lanzaba rápidas patadas giratorias laterales buscando hacerle daño a su anatomía.  Ante el persistente ataque, Joe se vio obligado a realizar un esfuerzo casi sobrehumano: en menos de un pestañeo, realizo unas piruetas hacia atrás, justo un segundo antes de otra patada de Michaelson, hasta retroceder unos metros, saltar hacia arriba y al fin quedar en pie.

Volvió a estar erguido, guardia cerrada y en posición similar a una pantera, pero le costaba mucho mantenerla, respiraba por la boca y se tambaleaba: el dolor de espalda era cada vez más intenso. Un confiado Acab Michaelson lo miraba con delirio. Aprovecho aquellos momentos de debilidad, para coger tierra del suelo y lanzarla a los ojos de Joe, quien apenas logro contenerla. Avanzo rápidamente hacia donde estaba y comenzó otra brutal paliza, que, tras un enorme esfuerzo, el grandulón pudo pararla amarrando su cuerpecillo, como un oso dispuesto a romperle los huesos a su presa. Sacando fuerzas de flaqueza y respirando por la boca, Joe dio muchas vueltas sobre sí mismo, hasta sacar el impulso suficiente como para lanzar a Michaelson lejos de él. 

Michaelson se alejo por unos metros, despedido en el aire, en dirección hacia un grueso tronco de árbol. Justo antes del impacto, realizo unas piruetas hacia atrás, como si fuera un gato, formando una trayectoria curva hacia el suelo, logrando caer de pie. Luego, comenzó a dar patadas giratorias en el aire en dirección de Joe, probablemente buscando ese golpe final. Pero, en el último momento, Lambada hizo gala de sus extraordinarios reflejos: se agacho unos centímetros hacia abajo, justo cuando las piernas de Michaelson estaban sobre él; elevo sus grandes y fornidos brazos hacia arriba, aprovechando un mínimo de fuerza y el momentum de su rival en el aire para lanzarlo a unos metros más arriba de él.

Aquel movimiento desequilibro a Michaelson: realizaba piruetas erráticas en el aire, hasta chocar con algunas ramas robustas de los árboles. Junto con alimañas y hojarascas, dom Acab descendió aceleradamente hacia el suelo, pero logro frenar su caída contrayéndose como una bola y dando giros en trayectoria curva hacia abajo. Cayó al suelo con gran dificultad; sólo su destreza lo salvo de un impacto estrepitoso, pues rompió la caída rodando por la arenosa superficie. De un salto ágil, Michaelson se reincorporo y miro desafiante a un debilitado Joe Lambada, que aunque se veía tambaleante, no dejaba de mirarlo de frente.

Vaya, vaya, y eso que hace una hora tú me perseguías y yo huía de ti, jajajajaja, ¿qué se siente que se hayan invertido los papeles? Ahora soy el depredador del gran Joe Lambada: vas a morir como un gusano.

De pronto, se escucharon unos rugidos de fieras. Tanto Michaelson como Lambada vieron a todas direcciones: de la penumbra de los árboles, una multitud de ojos brillantes los atravesaban con sus tenebrosas miradas.

- ¡¿Qué demonios son estos?!

- No son demonios, son jaguares y nos han rodeado.

- Pero eso es imposible: los jaguares no comen seres humanos.

- No es lo usual, pero creo que estaban oliendo nuestra sangre; Acab, creo que tendremos que hacer una tregua para hacer frente a esta amenaza. Pongámonos de espaldas uno contra el otro, con el fin de mantenernos en guardia y evitar que los felinos nos ataquen por atrás, que es lo que más les gusta. También recuerda que a los jaguares les gusta atacar por el punto ciego de las víctimas, lo cual lo hace un rival temible. Siento mucho decir que tendré que practicar una mortífera pieza de capoeira contigo.

- ¡¿Tú?! Jajajajajajaja, copia barata de Tarzan ¿Así como estás? Oye Lambada, si los jaguares no acaban primero contigo, no veo la forma que puedas continuar nuestra pelea; asumiendo que después de esto, quede algo de ti. 
           
Al escuchar aquella frase desafiante, Joe Lambada, haciendo gala de gran orgullo, le respondió.

- No estés tan seguro; no me iré al infierno hasta darte una paliza, pedazo de hombre calvo.








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