Hoy
el sol ilumina el camino bordeado de dorada sabana, como dándome la bienvenida
a este alegre día, en el que yo y mi amada Graciela nos encontraremos en el
mirador de la montaña. Inspiro el aroma
del campo, como perfume que me anima a disfrutar la velada.
De
pronto, a lo lejos, diviso una figura femenina muy familiar.
- ¡¡Graciela!!
- ¡¡Abelardo!!
Corrimos
hacia nosotros, sin más impulso que la pasión. La levante en mis brazos,
dándole vueltas en el aire, mientras disfrutaba de su aroma de mujer y sus
largos y sedosos cabellos se enredaban contra mi cabeza. La bese, olvidando
momentáneamente que estaba extrañado de verla tan pronto.
¿Qué
haces aquí Graciela, no se supone que nos íbamos a encontrar en el mirador?
-Abelardo,
vine a advertirte: no vayas.
-Pe...,
pero, ¿por qué?
-Allá
hay un asesino en serie.
Se
me helo la sangre; mi alegría matutina de pronto se transformó en un terror
glacial.
-¿Y
cómo sabes eso, mi amor? ¿Por qué te molestaste a venir aquí para decírmelo?
¿No hubiera sido más fácil decírmelo por celular?
Ella
me miro a la cara, con sus hermosos ojos escudriñando hasta lo más profundo de
mi mente.
-¿Qué
acaso no es obvio? Hace dos horas que estoy muerta.
Final inesperado en un acto de amor eterno.
ResponderEliminarMe has sorprendido del todo. Esperaba una bella historia de amor, y el final me ha impactado. Genial. Muy bueno. Un abrazo.
ResponderEliminarEl amor no tiene límites, transciende más allá de tiempo, distancia y condición. Me ha encantado, aunque el final es impactante. Genial el relato y tu manera de sorprendernos.
ResponderEliminarUn abrazo