Durante
una de las últimas campañas electorales para escoger al rey de la sabana, el
león buscaba la reelección y la reina de las hienas, como siempre, no
escatimaba esfuerzos en tratar de desbancarlo de su cargo, casi siempre, sin
lograr éxito alguno. El partido de las hienas, enemigos naturales de los
leones, no acostumbraban a estar de acuerdo con sus ideas ni mucho menos con lo
que consideraban la vil tiranía de un altivo déspota.
En
aquella época, se registró la penetración furtiva de unos cazadores de dos
patas, que venían en busca de presas a las que sumar a sus colecciones de
trofeos. Con el fin de enfrentar tal amenaza, el león organizo a los demás
animales y realizaron una exitosa operación, que dio como resultado la
expulsión de los intrusos. Hasta la reina de las hienas colmo de halagos a su
eterno adversario, cosa que no agrado al resto de su manada.
Tras
el incidente, las hienas formaron un cabildo, con el fin de llamarle la
atención a su majestad.
-Con
el debido respeto majestad, esos comentarios suyos no van con la línea del
partido, que es la de criticar al león.
Con
un cuidado tono que se equilibraba entre la autoridad y el respeto, la hiena respondió.
-Mis
leales súbditos, tampoco es prudente buscar siempre destruir al adversario, en
especial, cuando hace una buena acción; soy partidaria de que hay que criticar
cuando hay una injusticia y halagar lo que es justo. El león tiene razón: los
dos patas son una gran amenaza, y aunque sé que la ley del mundo salvaje nos
define, esta es contraproducente a la hora de tener que cooperar para lograr un
objetivo común. No podemos continuar con nuestro estilo de vida, mientras los
dos patas sigan amenazando el reino con el fin de aniquilarnos.
Pero
en lugar de la cordura, sus leales hienas le respondieron con feroces rugidos y
una mirada amenazadora; la voz de la razón se desvaneció ante el descontrol del
reino salvaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario