El soldado caminaba por los pasillos celestes del
palacio, con su aureola de luz resplandeciente y bríos triunfales que opacaban
cualquier estrella. Llevaba en su mano la daga oscura de Anu, gran señor oscuro
de Omega.
Sus pasos, tan ágiles como neutrinos y sublimes como
nebulosas, lo llevaron al gran salón del trono. Allí, una guardia de honor de
soldados/as de luz lo esperaba.
-
¡¡Loor a Zaya, el puño del emperador!!
Los guardias extendieron sus brazos hacia arriba y de sus
dedos también extendidos salieron despedidos rayos de múltiples colores,
formando un arco de luz multicolor.
Al fondo, en lo más alto del púlpito del trono, se
encontraba el ser más luminoso de todos: un hombre con aspecto más viejo que el
tiempo y una virilidad infinita. Tras subir, Zaya se arrodilló ante él.
- ¡¡Viva por siempre Castor
tercero, gran señor de las Pléyades y emperador del universo!!
El emperador hizo ademán para que se levantara y le
preguntó
- Veo que has traído la
daga oscura, ¿qué paso con Anu?
- Él está muerto; ya no será una amenaza. Es un
honor para mí traer este trofeo.
El emperador lo tomó con sus robustas manos, luego lo
empuñó firmemente con su derecha y atravesó el cuerpo invulnerable de Zaya;
diez mil años de vida se desangraban en segundos hasta formar un pequeño lago
de sangre de luz fluorescente. El moribundo soldado miró hacia arriba para
contemplar como las partículas de luz del cuerpo del emperador cambiaban
rápidamente a un color oscuro, más negro que un cosmos sin estrellas. En lugar
del rostro risueño y radiante del emperador, había una especie de máscara
cadavérica, epitafio fúnebre de aquella desventura.
- ¡¡Tú!!
- ¡¡Jajajaja, claro
imbécil, soy Anu!!
Los/as guardias de luz extendieron sus brazos con puños
cerrados para disparar rayos cósmicos al ser, pero de inmediato fueron
absorbidos por unos vortex que se formaron por detrás de ellos. Fue como si se
los hubiera tragado el espacio vacío.
- Pero si yo te vi
morir en mis manos: te atravesé con esa daga, destruí tu nave nodriza…
- Soy Anu, el
desolador, el omnisciente y omnipresente. Tú, Zaya, debiste quedarte al lado de
tu señor en lugar de realizar fútiles proezas heroicas. Ahora, ha llegado el
fin.
Con su último aliento de vida, Zaya contempló cómo Anu,
el desolador, se transformó así mismo en una columna de fuego azul intenso. Se
ensancho rápidamente, como estrella fugaz, hasta consumir el universo entero.
He disfrutado leyendo esta historia, es como la ciencia ficción y la fantasía mixto. Mirando hacia adelante a leer más, gracias por compartir Alberix Zeta
ResponderEliminarGracias por tus halagos Cindy; siempre es un placer tenerte por aquí.
EliminarMe he enamorado totalmente de esta frase: "Sus pasos, tan ágiles como neutrinos y sublimes como nebulosas..." *-*
ResponderEliminar¡Un Besín! ;)
Gracias, es un placer; ojalá también hayas disfrutado el resto de la historia. Un saludo y otro besín para ti.
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