Jolgorio
sangriento en el aire
Viene del capítulo 12
El
helicóptero artillado estaba estático, apenas unos metros arriba de los silos
de la planta procesadora de desechos de la mina. De su altavoz se emitieron las
siguientes palabras: “ríndete Joe Lambada, estás rodeado”
La única
respuesta que recibieron fue una ráfaga de balas que vinieron desde abajo; una
logro atravesar el fuselaje de la nave del extremo inferior al superior, siendo
destrozada luego por la hélice. La otra reboto de un lugar al otro en el
interior de la cabina, sin llegar a causar víctimas; salió despedida de una de
las ventanas causando un agujero. Ambos pilotos quedaron asustados.
- Oye Claudinho, ¿por qué mejor no les disparamos a
quemarropa de una vez para acabar con ese canalla?
- ¡¡Estás loco Merilo!!, si disparamos a esos tanques,
todo el ácido contenido en ellos también se verterá sobre nuestros hombres allá
abajo. Lo único que hacemos aquí es lo que nos ordeno el jefe: intimidar a Joe
Lambada para afectarlo sicológicamente y los hombres puedan matarlo.
Más
abajo, alrededor de los silos, los hombres de Michaelson trataban de localizar
a Joe, dispararle y matarlo sin destruir las estructuras; sabían que un solo
tiro bastaría para que se desparramara sobre ellos el ácido sulfúrico y cianuro
usados en la purificación de los materiales extraídos de la mina.
- Aquí Dunga, no logro encontrar al sujeto cambio.
- ¿Se nos escapo?, cambio.
- Nao senhor, no pudo ir demasiado lejos; él está
rodeado, cambio.
- Caetano, no me digas que tú tampoco has dado con él
- Nao señor
- Merda, ¿qué le diremos al jefe?, alguien así de grande
no puede esconderse tan fácil…
Pero no
pudo terminar la frase: una serie de disparos de arma con silenciador les caían
desde arriba, matando a tres hombres. Joe Lambada había subido uno de los silos
utilizando unos escalones de emergencia adheridos a él; estaba bastante cerca
de la cima.
- ¡¡Nao disparen!! Si lo hacen, ese ácido de desparramara
sobre nosotros.
Sin
embargo, uno de sus subordinados desobedeció su orden: disparo su arma de
reglamento contra Lambada, sólo para fallar su tiro justo a centímetros de él.
Un chorro de ácido salió desparramado del agujero hacia él mismo, causando que
el cuerpo del hombre se disolviera entre alaridos de dolor y una especie de
vapor que emanaba de él a medida que el líquido lo disolvía. Durante el proceso
el ácido salpico hacia el resto de sus compañeros, causándoles heridas que
trajeron como consecuencia que se separaran de él. Lo dejaron sólo, hasta que
en medio de su dolorosa agonía, su cuerpo quedo convertido en una masa podrida
de carne poco menos que humana.
En medio
de aquel alboroto, el sargento pudo observar lo cerca que estaba Lambada de
alcanzar el tren de aterrizaje del helicóptero. Tomó su radio y aviso a los
pilotos.
- Aquí sargento Neves a HP 4561, cambio.
- Sí lo escucho, cambio.
- Joe Lambada está subiendo a su tren de…
Pero era
demasiado tarde: Joe abrió la puerta de la cabina y expulso de ella al
copiloto, quien cayó hacia abajo dando gritos de agonía. Aprovechando la
sorpresa, sacó con la misma facilidad al piloto, teniendo la misma suerte de su
compañero. Joe tomó el mando de los controles y ametrallo los silos, provocando
que todo su contenido se vertiera sobre el batallón, en medio de un ambiente
cargado de explosiones.
Voló por
el aire destruyendo todo lo que encontraba a su paso, sin discriminar a nada ni a nadie.
Llorando se fue
El que un día me dejo su amor
Llorando se fue
El que un día me hizo llorar
Llorando estará
Recordando el amor
Que un día no supo cuidar
Ratatata, tatatata
Ratatata, tatatata
Llorando estará
Recordando el amor
Que un día no supo cuidaaaaar
Ante el
baile de la muerte del que estaba siendo testigo, Acab Michaelson dio órdenes a
su flota de helicópteros que regresaran de su búsqueda en la selva para
regresar a la mina: el forajido había regresado con ansias de sangre y
venganza.
Joe
destruyó refinerías, tropas, obreros, equipo, vehículos y cuanta cosa se le
ocurriera a su esquizoide cabeza. Su pequeño ayudante, Pedro Paulho, manipulaba
a cientos de kilómetros de distancia sus drones, que causaban muerte y
destrucción a su paso, en nombre de la vil mentira de que se trataba de gas
adormecedor.
Cuando
por fin toda la flota de helicópteros de Acab Michaelson llegó hasta la mina,
Lambada se vio rodeado.
¡¡Ríndete maldito, te tenemos en la mira!!
En lugar
de eso, él disparo un misil a uno de los helicópteros más cercanos, causando
que las ramificaciones de la explosión también hicieran estallar a los que
estaban alrededor.
Había
tanto humo, ya sea por la destrucción de varios helicópteros, como de las
bombas activadas por Joe con comandos de voz o
a causa de los drones que su amiguito Pedro Paulho manipulaba
inocentemente sin saber lo que realmente eran, que los pilotos tenían poca
visibilidad. Justo cuando más desconcertados estaban, el helicóptero artillado
que pilotaba Lambada comenzó a derribar buena parte de ellos; aprovechaba la
confusión y la falta de visibilidad para
destruir a sus enemigos, mientras los lograba divisar y escuchar por medio de
sus sentidos mejor desarrollados. Esto es así porque él fue criado por los aborígenes
de la aldea en que nació y hasta por el propio cacique Utoki: ellos le
enseñaron a concentrarse de tal manera, que era capaz de escuchar el aleteo de
un mosquito a unos cuantos metros de distancia y hasta calcular el ángulo en
que iba a volar el insecto para matarlo con sus dedos.
- Dom Acab, lamento decirle que Lambada ha derribado más
de una docena de nuestros aparatos.
- ¿Y qué están esperando partida de inútiles?,
¡¡derríbenlo ya: quiero a ese bastardo muerto antes de que termine la tarde!!
Tras
colgar su teléfono inteligente, Acab Michaelson lo tiro al piso y lo aplasto
con sus botas. A continuación, tomo otro de sus bolsillos y continúo dando
órdenes de muy mal humor.
- ¡¡Usen los misiles tierra-aire que hay en el arsenal;
háganlo ya partida de ineptos!!
El
humeral no permitía a los pilotos ver casi nada y todos los helicópteros se
parecían, lo que aprovecho Joe para colocarse en la cola de uno de esas
formaciones. Desde allí disparo sin contemplaciones a los otros aparatos, que
cayeron como bolas de fuego arrasando con todo lo que había a su paso.
Poco
después, ráfagas de misiles antiaéreos salieron disparadas de sus plataformas o
de lanzadores portátiles, sólo para ser esquivados por Joe de tal forma, que en
lugar de derribarlo a él lo hacían con los otros helicópteros.
Desde
donde estaba, Acab Michaelson estaba al tanto de la situación; estaba furioso
como jamás se había sentido en su vida, mientras apretaba su celular como si lo
quisiera destruir.
- ¡¿Cómo es eso que hemos perdido veinte helicópteros y
que todos los misiles han fallado?!
- ¡¡Dom Acab, el hombre es muy buen piloto!!
- ¡¡Claro que es un buen piloto; es Joe, Joe Lambada, es
capaz de todo!! ¡¡No estoy pidiéndoles que me den información adicional, quiero
resultados, partida de ineptos, incompetentes, cerebros de hormiga, buenos para
nada, hijos de…
Lanzo
aquel celular muy lejos de él y saco otro de sus bolsillos para seguir dando
instrucciones.
- ¡¡Señor, también nos confunde el hecho que todos los
helicópteros son parecidos!! ¡¿Cómo hacemos para dispararle a sin derribar a
uno de los nuestros?!
- ¡¡Pues identifiquen su número, debe estar en el
fuselaje del helicóptero: una vez que lo hagan, que las tropas de tierra usen
sus equipos telescópicos para divisarlo y así les informaran al resto del lugar
exacto donde se encuentra para poder derribarlo!! ¿Es acaso muy complicado lograr
eso?!
- No pero…
- ¡¡Basta de peros: quiero verlo muerto ya!!
Aquel
carnaval de muerte y destrucción estaba en todo su esplendor: las intensas
llamas dispensaban por el aire las cenizas de sus quemas, cual escarchas negras
que decoraban esta fiesta mortal. Los obreros y el resto del personal, animados
por el miedo, corrían despavoridos a todas las direcciones posibles, huyendo de
la alegría de aquel sicópata desquiciado que como rey en su trono volador
mataba sin piedad; los que no morían por sus ráfagas mortales atravesaron la
cerca de la mina para adentrarse en la densa selva y más nunca volvieron. Las interminables explosiones, vetustas
columnas de fuegos artificiales,arrasaron hasta la nada todo cuanto alcanzaban y las
ráfagas de metralla hacían de música de fondo en este festín de sangre.
Llorando se fue
El que un día me dejo su amor
Llorando se fue
El que un día me hizo llorar
Llorando estará
Recordando el amor
Que un día no supo cuidar
Ratatata, ratatatata
Ratatata, ratatatata
Llorando estará
Recordando el amor
Que un día no supo cuidar
Luego de
intensos esfuerzos, lo que quedaba de las tropas de tierra de Acab Michaelson
lograron identificar el número del helicóptero en su fuselaje. Se pusieron en
contacto con sus demás compañeros/as, tanto en tierra como en aire, para dar la
localización de Joe cada vez que identificaban su paradero y así derribarlo con
fuego concentrado. Sin embargo, Lambada jamás demostró ser un blanco fácil;
lograba adivinar todos sus movimientos antes de que los llevaran a cabo y no
escatimaba en municiones con tal de aniquilarlos a todos.
Tras un
gran esfuerzo logístico, lograron localizar con exactitud la posición del
helicóptero de Lambada. Fue en ese momento que una cuadrilla de los últimos
helicópteros que quedaban lo alcanzó hasta quedar por detrás
- Jefe, ahora sí lo tenemos en la mira
- ¡¡Basta de charla y derríbenlo!!
Comenzaron
a darle con todo lo que tenían, pero las maniobras evasivas de Joe evitaron la
debacle. En su delirio maquiavélico él cerró los ojos y se elevo hasta llegar
cerca del sol, que estaba en ese momento en su punto más álgido Esto obligo a
los demás pilotos a seguirlo, lo que les provoco ceguera. Aquello fue
aprovechado por Joe, quien dio vueltas y vueltas girando alrededor de su hélice
y derribando cuanto helicóptero vio.
- Yojojojo, partida de pendejos; el último número de este
baile la pongo yo.
Llorando estará
Recordando el amor
Que un día no supo cuidar
Ratatata, ratatatata
Ratatata ratatatata
Todos
los aparatos cayeron en picada como bolas de fuego, causando más estragos de
los que Acab Michaelson necesitaba en ese momento. Ahora sólo en el cielo, Joe
Lambada tenía la superioridad aérea, pero con un ligero agravante: los sensores
del helicóptero le enviaban señales a su tablero de controles de que sólo le
quedaba algo de munición en su ametralladora del costado izquierdo y cuatro
misiles. Joe sin embargo, tenía una buena idea de cómo administrarlos: habiendo
volado por toda la mina la conocía de palmo a palmo, de manera tal que ya tenía
una idea de las siguientes movidas de su rival y de cómo adelantarse a sus
intenciones.
Acab
Michaelson no daba crédito a lo que pasaba: todo por lo que había trabajado
durante años lo estaba perdiendo en cuestión de horas. Si él no fuera calvo
seguramente ya se hubiera arrancado
todos los pelos de su cabeza.
- Ofrezco cien millones de dólares a la persona que
derribe a ese degenerado del cielo, ¡¡me escucharon, cien millones de dólares!!
- Señor, temo decirle que Joe Lambada acaba de destruir
la última torreta antiaérea.
Furioso,
el hombre lanzo el celular en el aire, desenfundo rápidamente su pistola block
y le disparo al aparato. De una oferta de un millón de dólares, se la paso
agrandándola a medida que pasaban las horas hasta aumentarla a límites
exagerados; pronto no tendría casi nada que ofrecer. Tomo otro celular de sus
bolsillos e hizo una llamada más.
- Aquí Acab Michaelson al aeródromo, solicito el despegue
de los cazas.
- ¿Para derribar un helicóptero?
- ¡¿Qué preguntas?! ¡¡Claro que sí, carajo!!
- Dom Acab, si hubiera hecho esa petición hace escasos
segundos tal vez me hubiera reído, pero habría accedido a su deseo; lamento
decirle que…
- ¡¿Qué qué?!
En ese
momento, Joe Lambada usaba lo que le quedaba de munición para destruir los
cazas Embraer último modelo de despegue vertical que no hace mucho Acab
Michaelson compro. Al son del ruido de metralla, los hangares ardían en llamas,
los aviones estallaban en un derroche de explosiones térmicas y el personal se
esparcía como moscas a todas direcciones.
Llorando se fue
El que un día me dejo su amor
Llorando estará
Recordando el amor
Que un día no supo cuidar
Ratatata, ratatatata
Ratatata, ratatatata
- ¡¡Nao!!
- ¡¡Sí jefe, eso es lo que está pasando ahora!!
- ¡¡Ineptos!!
Como si
se tratara de un lanzador de disco, Acab lanzo su celular más lejos de lo que
imagino hasta que penetro en el fuego de una de las tantas instalaciones que su
antagonista destruyó hace escasos segundos. Volvió a tomar otro celular Apple
último modelo e hizo otra llamada.
- Acab Michaelson a comando central, cambio
Una
sensual voz femenina le contesto
- Aquí comando central, ¿qué sucede jefe?
- ¡¡Solicito el despliegue del comando Mapinguari ahora;
quiero que derriben a Joe Lambada en el aeródromo ya!!
- Dom Acab, eso tomara algo de tiempo.
- ¡¡Y qué, hazlo ya; es una orden!!
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