El radiante sol matutino
animaba la mañana, augurando mejores días a nuestra vida. Por los vitrales de
la gran catedral gótica, sus rayos se filtraban; dando un aire místico a esta
cita, nuestra anhelada boda.
Al son de las campanas, mi corazón palpita, no pudiendo
contener la alegría que me anima, a volar a esas tierras; de sueños y
esperanzas, con tu cuerpo sobre el mío y la fantasía desatada.
- Estamos aquí para unir a
estos dos corazones en sagrado matrimonio. Hilda Esther, ¿aceptas a Marco
Aurelio, como tu legítimo esposo hasta que la muerte los separe?
- ¡¡Acepto!!
- Y mi corazón, nervioso y
expectante, esperaba con ansia esa sagrada pregunta
- Y tú Marco Aurelio,
¿aceptas a Hilda Esther, como tu legítima esposa hasta que la muerte los
separe?
- Yo…
Pero antes de que pudiera hablar, el ruido de las ráfagas
de una kalashnikov interrumpió mis palabras; su contenido de muerte atravesó mi
mortal cuerpo y formó agujeros en las paredes de la iglesia, a unos metros al
fondo del altar. La multitud que nos acompañaba huyó despavorida hacia la
puerta, como si fueran almas en pena; las aves que cantaban afuera apagaron sus
dulces voces, embargadas por el luto.
Quede con mi cuerpo ensangrentado, de espaldas a los
escalones, con mi coronilla en contacto con la superficie de uno de ellos y mis
ojos mirando hacia atrás. Fue en esa posición que pude ver a mi asesino: una
figura humanoide, aún con el arma en las manos, pero cuya piel se desintegraba
rápidamente en medio de nubes de vapor; la visión de un gigantesco ser, con las
manos peludas terminadas en garras y cabeza de chivo con cuernos de cabra se
hizo visible ante mis dolidos ojos.
¡¡Bafomet!!
Una macabra risa femenina comenzó a escucharse por el
lugar; su estremecedor sonido retumbo en las paredes de la iglesia hasta
sacudir sus cimientos. Parecía que todo se iba a derrumbar hacia abajo.
Con las fuerzas de flaqueza que me quedaban, levante mi
cabeza con la nuca y la mire. La mujer, que hace unos momentos era el amor de
mi vida, estaba experimentando una macabra metamorfosis ante mis ojos: se
quitaba la máscara para revelar a una hermosa vampiresa de ondulados cabellos
negros y su piel estaba pasando de blanco latino a roja de sangre.
¡¡Mandrágora!!
¡¡Jajajaja!!, ¡¡así es Marco
Aurelio Audaz!! , ¡¡y por fin te gane la partida!!
Todavía no lograba recuperarme por completo de las
heridas de metralla, pero pude sacar fuerzas de flaqueza para parecer
desafiante.
¡¡Donde está Hilda Esther!!,
¡¿qué le has hecho?!!
En lugar de responder, los tres se pararon arriba de mi
agonizante cuerpo, con la faz de un enemigo que miraba su trofeo de guerra.
Aquel trío me parecía la trinidad del mal: el chivo humanoide, a la
izquierda; el anciano cura, ahora con aspecto frentón y ojos de reptil y
Mandrágora, la misma representación del diablo en su más seductora forma
femenina. Ella puso su zapato de tacón blanco sobre mi frente, al mejor estilo
de los gladiadores romanos al vencer al rival.
- ¡¡Vaya, vaya, vaya, pero
si tenemos aquí al poderoso Marco Aurelio Audaz al fin vencido!!
Pero no quise demostrarle miedo; me esforcé por sonar
intimidante.
- ¡¡Te juro que pagaras por
esto Mandrágora, el crimen no paga!!
¡¡Jajajajaja, que tonto eres
Audaz, esto no es un cómic de superhéroes en donde un insolente como tú siempre
gana!! ¡¡Es la vida real y aquí, el mal siempre triunfa!!
¡¡Maldita…
Pero no pude terminar lo que tenía que decir; ella me
pateo la cara
- Veo que te estás
recuperando tan rápido como siempre, pero esta vez no será suficiente; es hora
liquidarte. Por cierto, acerca del paradero de Hilda, yo la mate; tenía que
hacerme pasar por ella y no podía dejar cabos sueltos. Ahora te reuniras con
ella. Rasputin, ¡¡qué esperas, hazlo ya!!
Y el cura con ojos de reptil abrió su bastón ceremonial
desde la mitad, dejando ver algún extraño tipo de sable largo que reflejaba la
intensa luz del sol sobre mi cara; como si me quisiera anunciar mi destino
final. Con sus dos manos, lo blandió hacia arriba y su mirada de serpiente
clavada sobre mi cabeza.
- Es hora de que descanses
en paz.
Atrapante, una vez que se comienza a leer se paraliza la respiración hasta llegar al final.
ResponderEliminarMegustó mucho! detallas todo muy bien. Sigue así
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