Capítulo 7
En la las colinas de Badon
Muy pronto Lancelot se montó en su caballo, tanto él como su rey habían
derrotado numerosos contendientes, roto muchas lanzas, con la característica
que era más común ver a los contrarios no volver a levantarse, cada vez que
Arturo lo derribaba con su lanza, que con Lancelot. Hasta que finalmente le
tocó el turno a los dos campeones, Arturo y Lancelot; se podría decir que entre
ellos dos rompieron el resto de las lanzas que quedaban, ya que ninguno de los
dos resultó derribado.
Finalmente los dos, exhaustos de cabalgar, se bajaron de sus monturas,
para iniciar el combate a pie. Lancelot era más rápido, mientras que Arturo era
más prudente y contundente, lo que intensificaba la ya de por sí despiadada
lucha.
Cuando Lancelot lanzaba sus mandobles, Arturo lo esperaba, en una
cerrada posición de defensa, tal vez aprovechando su mayores dimensiones, con
el escudo bien sujeto a su mano izquierda, siempre esperando a dar un sólo
golpe preciso y contundente al cuerpo de su vasallo, pero pese a todo, Arturo
demostrada muy buenos reflejos cuando Lancelot trataba de asestar sus más duros
golpes.
En cambio Lancelot, parecía no cansarse nunca, pese a que los pocos
golpes de los muchos que lanzaba a su rey no causaban el efecto deseado. Era
Lancelot, siempre hacia adelante, siempre agresivo, nunca cedía terreno, cosa
que era evidente porque eran más las veces que hacía retroceder a Arturo que
Arturo a él.
Con sus ágiles reflejos, lograba evitar los poderosos zarpazos del rey,
quien finalmente, logró asestarle uno tumbándolo en el suelo, para
inmediatamente ponerle su espada en su protegido cuello; el rey había ganado la
justa.
- ¿Qué te pasó hoy
Lancelot?, ¡¡¡tú siempre das más pelea que eso!!!
A Lancelot no le gustaba poner excusas a sus derrotas (era posible que
la pelea con Fukushu lo cansara), así que luego de levantarse ágilmente de un brinco
de sus ligeros pies cayendo como
resorte, respondió con su poderosa voz.
- Mi rey, creo que
ese estofado de conejo que comí en el anterior banquete todavía salta en mi
estómago
La multitud y el rey echaron a reír, mientras aplaudían a los dos
contrincantes.
Volviendo con Fukushu, él estaba tratando de salir del castillo para
entrenar, sin llamar la atención, cuando observó a cierta distancia a Morgan,
entrenando con dos katanas, a la vez que estaba rodeado de varios guardias
parados como estatuas, con sus lanzas hacia arriba como si estuvieran clavadas
en el suelo, en un área cerca del muro y las torres de vigilancia de la fortaleza.
El
joven hacía toda clase de maniobras con sus katanas, algunas veces girándolas
en el aire para volverlas a atrapar, luego las seguía girando con sus muñecas y
antebrazos, siempre a una velocidad impresionante. En una de esas, trató de
avasallar a uno de sus guardianes, lanzando mandobles a él deteniéndose justo a
tiempo para no cortarlo, pero él seguía allí parado como estatua sin inmutarse;
Morgan en cambio, parecía gesticular sonidos de gato con ganas de pelear, otras
veces decía frases como esta.
- jayaa,
vuaaaaaaaa, ¿qué pasa carcelero, no temes que te mate?
Del cielo le cayeron varias flechas muy cerca de sus pies, disparadas
por un arquero que estaba apostado en el muro.
- ¡¡¡¿A ti qué te
pasa, crees que de verdad lo quiero matar a él?!!!
El arquero rápidamente le disparó otras tres flechas, esta vez más
cerca.
- Está bien, está
bien, voy a dejar de jugar, partida de aburridos.
El nipón sabía que no podía perder el tiempo, de modo que esbozó una
ligera sonrisa, giró la cabeza y se fue con sigilo. Morgan y los otros ni
siquiera se percataron que él estuvo allí.
Durante su entrenamiento, Fukushu corría sigilosamente, a gran
velocidad, por las callejuelas de la ciudad, que estaba debajo de la colina en
donde se erguía la fortaleza. A algunos vecinos les parecía escuchar
esporádicamente ruidos de pasos, que al voltear la mirada, no veían nada.
Pronto surgieron entre las personas, rumores de que algún espectro
merodeaba las calles, que saltaba los muros y que caminaba por los techos
(algunos de estos rumores estaban demasiado exagerados) siendo tal el suspenso,
que le pidieron al rey que enviara patrullas a ver de qué se trataba,
regresando estas con las manos vacías, entre quejas de que el rey no debería
hacer caso a falsos rumores de súbditos supersticiosos; Fukushu procuró ser
cada vez más sigiloso para no crear falsas alarmas.
Por las noches, escalaba las torres de vigilancia, por las ranuras de la
estructura, que eran los espacios en donde se unían los pesados bloques de
piedra. En cierta ocasión, mientras escalaba hacia la almena de la torre, uno
de los vigías casi lo ve, por suerte en el lugar donde estaba Fukushu, no vio
nada. Él había aprovechado esa distracción para terminar de subir por la
ventana, pasar detrás de sus otros compañeros que estaban al otro lado, luego
perderse rápidamente por las escaleras.
Al igual que Morgan, se ponía a practicar con sus armas haciendo toda
clase de piruetas, excepto que su repertorio era de lo más variado, sais, bo,
katanas, nunchuks, kusarigama, ninjato, sai, un montón de etcéteras.
A pocos días de la batalla, Arturo, su estado mayor e incluso Fukushu,
como emisario diplomático, estaban presentes mientras Arturo mostraba el mapa
del campo de batalla. Él observaba en silencio.
- Las guerrillas
pictas nos han ayudado emboscando a las fuerzas de Mordred, que se han
adentrado mucho en nuestro territorio, aquí - señaló Arturo con su dedo índice.
- Ese territorio
está lleno de colinas, es muy accidentado para que los anglos sajones puedan
formar su pared de escudos - comentó Lancelot.
- Señor, debo
agregar algo, si me lo permite - dijo Idris -, la mejor forma que pueda sacar
ventaja con su caballería frente a la compacta mole de guerreros germánicos,
es desorganizando sus filas, para que al salir todos atacando en desorden, sus
jinetes puedan usar todo el poder acorazado de sus monturas; por eso sugiero
que le diga a los ingenieros romanos que contrató, a que disparen las rocas de
sus catapultas hacia ellos.
A todos allí presentes esto les pareció una buena idea, luego de lo cual
Arturo enrolló nuevamente el mapa, seguro de la victoria.
- ¡¡¡Señores,
tengan confianza que dentro de unos días Gran Bretaña estará libre de
bárbaros!!!
Había llegado el día de la batalla, ya Mordred y sus aliados se estaban
formando por la parte baja de las colinas, mientras que las fuerzas de Arturo
habían tomado posesión de los territorios más altos, sobre todo de la colina
Badon, donde estaba todo su séquito.
Fukushu estaba vestido con una cota de malla que le quedaba a la medida
(ésta sí era una armadura ninja traída del Japón), que era similar en muchos
aspectos al que usaban las tropas de infantería de Arturo, lo que junto con la
niebla y el poco iluminado cielo típico de Gran Bretaña eran el camuflaje
perfecto. Le llamó la atención que pese a que los nobles sajones tenían
caballos, estos los desmontaban para unirse a sus filas de infantería, craso
error si es que querían tener alguna ventaja contra la poderosa caballería
artúrica.
- Va a ser una
masacre - pensó en voz alta Fukushu, tomando precaución de que nadie lo
escuchara.
De todos modos a él sólo le interesaba observar al único cuerpo élite
montada que tenía ese ejército, los caballeros de Mordred, cuyas espadas
japonesas hacían un extraño contraste con sus pesadas armaduras de cota de
malla y algo de blindaje. Vio a Mordred sacar algo del filo de la espada Ryu de
su vaina, de donde salió un centellante reflejo de luz, que era visible a
cierta distancia; tenía que obtener aquella arma, pero también advertir a
Arturo del peligro que corría.
- Majestad, tenga
mucho cuidado, la espada que tiene Mordred es la más poderosa de mi reino, como
arma es legendaria.
- Je, je, eso
espero amigo, un combate no es honorable si el enemigo es débil.
Los sajones sabían que si querían atacar a Arturo, debían avanzar sobre
la colina Badon, lo malo es que al seguir caminando por es accidentado suelo,
dejaban cada vez más visibles espacios entre sus filas, que se hacían más
evidentes a mayor altura.
Pronto los ingenieros romanos hicieron caer de sus catapultas, las
inmensas piedras, que comenzaron a hacer mella sobre el otro ejército, además
de las lluvias de flechas u otros objetos arrojadizos, no teniendo más opción
que comenzar el ataque con gran ímpetu, deshaciendo la ordenada formación, algo
que ya no les importaba, pues atacaron con un fervoroso fanatismo.
- ¡¡Ahora!!! -
dijo Arturo.
Cargaron con todo, bajando loma abajo, dando inicio a un verdadero baño
de sangre. En medio de aquella carnicería, Fukushu se las arreglo para hacer lo
que le gustaba, escabullirse entre el ejército enemigo para causar heridas,
facilitando los embates de sus aliados al igual que no olvidaba su objetivo,
que era quitarle de algún modo la espada Ryu a Mordred y luego matarlo.
Entre los enemigos, lo más destacado fueron los caballeros de Mordred,
que causaban gran mortandad con sus katanas, a las más numerosas fuerzas de
Arturo.
Y en medio de
aquella batalla, apareció una cara familiar, justo pasando al lado de Fukushu.
- ¡¿Morgan, tú qué
haces aquí?!!
- Pues, me uno a
la batalla, sabes que lo que busco es matar a mi hermano - decía mientras
remataba a más de uno con sus dos katanas en cada mano, vestido con el blindaje
ligero de un soldado de infantería.
Fukushu no sabía qué pensar, lo único que se le ocurría es que nada
podía ser peor, Morgan estaba allí para arruinarle sus planes. Se pasó la mano
por la cara y luego dijo.
- ¿Tú como
escapaste de tus vigilantes?
- ¿Me lo anda
preguntando el mismo que me dio unas clasecitas de ninjitsu?
- Eso no
necesariamente te hace uno.
- ¿Eres tan
presumido que crees que no necesitas ayuda?
Ambos hablaban mientras mataban enemigos.
- No, es que esto
lo tenía planeado hacer sólo.
- Tú mismo dijiste
que querías mi ayuda para aprender a adaptarte a mi país, ahora me rechazas.
Pensando en una
solución a ese dilema, Fukushu dijo lo siguiente.
- Esta bien, pero
sólo mataras a tu hermano luego de que yo tenga la espada.
- Bah, ni siquiera
es muy bonita, trato hecho.
Fukushu se abalanzó sobre un enemigo que casi iba a matar al distraído
Morgan, llegando a asesinarlo. Luego se adelantó a los demás, mezclándose con
una pira de cadáveres, en el mismo punto en que Arturo y Mordred se iban a
embestir con sus lanzas corriendo a caballo, siendo Arturo el vencedor de la
liza. Mordred cayó al suelo pero se volvió a levantar como si nada, dando
inicio a una feroz pelea con Arturo, lo que dificultaba cualquier disparo de
dardo envenenado de Fukushu, pues no quería matar al rey.
En cambio sí llegó a observar algo, cada vez que ambas espadas hacían
contacto, el impacto generaba una luz de relámpago, que opacaba la luz del día
y la visión de los alrededores; ahora entendía la razón del robo de la Ryu,
Arturo tenía otra espada mágica.
- He menospreciado
tu espada, eso no significa que ganarás
- Ya me has hecho
suficiente daño papá, nunca olvidaré el día que me desheredaste!!!
Arturo tomó a Mordred del cuello, levantándolo como si no pesara nada,
luego dejándolo caer nuevamente, para acabarlo con su Excalibur, que fue
bloqueada rápidamente por la katana de Mordred.
Mordred se levantó
del suelo, empujando con el filo de la katana Ryu la Excalibur de Arturo,
continuando aquella lucha sin cuartel.
- ¿Con que tú
también tienes una espada poderosa?, eso no te salvará de la furia de Arturo.
- Tal vez, pero
mis destrezas en el combate te superan por mucho.
Arturo se echó giró hacia atrás, para romper el estancamiento de las dos
espadas, luego lanzó un espadazo al completar el giro que fue bloqueado por
Mordred, quien aprovechó la inestabilidad momentánea de la posición de Arturo
para darle una patada en el mentón, tumbándolo en el suelo. Después procedió a
apartar la Excalibur con su pie, ya tenía al rey a su merced.
- Es la hora de tu
fin.
Sin embargo, en ese momento, las hordas de Mordred y sus aliados habían
terminado de sucumbir ante el empuje de los caballeros de la mesa redonda, que
agregado a la aparición de los bárbaros pictos pintados con la piel de azul que
bajaban de las colinas alrededor para unirse al combate, dando como resultado
una severa derrota; la victoria fue aplastante y Mordred dijo.
- Tío, tu muerte
espera para otra ocasión.
Se fue, perdiendo Fukushu una nueva oportunidad de quitarle la espada
Ryu y asesinarlo.
Luego del triunfo en la colina de Badon, al mismo tiempo que muchos
celebraban la victoria, otros sanaban sus heridas.
Morgan, que hizo todo lo posible
por no ser descubierto, quedó sin camisa, con sus pantalones y calzado de cuero
grueso, además de un cabestrillo en su brazo; por su parte Fukushu, que no
había recibido herida punzocortante alguna, estaba sentado en un rincón, con
dolores musculares producto de la tensión de la lucha, siendo en ese momento
auxiliado por la hermosa cortesana Cinnia.
- Estás muy
servicial conmigo, ¿por qué tantas atenciones?
- Es que te ves
tan chiquito y frágil, que..
Cinnia sintió
dentro de la ropa de algodón de Fukushu sus bien desarrollados músculos.
- Eres más fuerte
de lo que pareces.
- Tal vez -
respondió Fukushu.
- Sinceramente, tu
forma de ser me recuerda a mi prometido.
Fukushu hizo un
gesto con la cabeza haciendo lo posible por disimularlo lo que sentía, algo que logró con
éxito.
- Sin duda es un
hombre muy afortunado.
- Su nombre es
Agravaine, al igual que tú, es muy misterioso. No sé si volverá, el rey lo
envió a las gélidas tierras del norte, para conquistar sus reinos.
- El rey debe
tenerle mucha estima para enviarlo a tan arriesgada empresa; gracias por el
masaje, seguimos ahora, déjame ver a alguien.
Fukushu, que tenía cierto alivio, se levantó con un poco de dificultad,
para caminar al rincón en donde estaba Morgan sentado, con su cabestrillo en el
brazo derecho, sus bien formados músculos de la parte superior bien visibles y
hermoso rostro de pelo rojo; a un lado de él estaba su amada, la también
hermosa Elvia, que había pasado su brazo derecho alrededor del cuello de
Morgan, donde menos le dolía.
- ¿Morgan, cómo
estás?
- ¿Que cómo
estoy?, ¿es que tengo cara de que estoy bien?, ¡¡¡mírame!!!!, no pude matar a
mi hermano, la herida permitió que me descubrieran y ahora corro el riesgo de
que el rey me mate.
- Cariño, por
favor, no digas eso - dijo Elvia, haciendo gestos como si quisiera besarlo.
En ese mismo instante, apareció el rey Arturo con todo su séquito.
- Ayy, no, no, me
llegó la hora - expresó Morgan llevándose la mano a la cara en ademán de
ocultarla.
Arturo todavía se pasaba de cuando en cuando la mano en el mentón, que
por suerte estaba reforzado por la cota de malla al momento de la patada de
Mordred. Todos se pusieron frente a Fukushu, Elvia y el postrado Morgan, siendo
el primero en hablar Lancelot.
- Peleó de una
manera demasiado poco honorable, pero arriesgó mucho su vida en la batalla,
incluso hubiera muerto si yo no lo hubiera asistido.
- ¿Hijo, de verdad
hiciste todo eso? - preguntó Arturo.
Morgan se sacó
lentamente las manos de la cara, ahora el sorprendido era él.
- Sé que fuiste
un traidor, eso quizá nunca lo olvide, pero, tomando en cuenta tu valor en mi
victoria, es mi deber premiarte. Morgan Le Fay, te nombro nuevamente Sir Morgan
- Arturo tocó la Excalibur ambos hombros de Morgan, aunque en el lado derecho
sintió un pequeño dolor -, se te restituyen todos tus derechos en la corte, de
pie.
Morgan se levantó con dificultad, tratando de poner una sonrisa
hipócrita, que apenas disimulaba, mientras la multitud le coreaba vítores.
De camino a Camelot, Morgan estaba montado en un caballo, conducido por
las riendas por Elvia, quien no lo estaba montando. Fukushu estaba caminando a
paso lento con Cinnia, de la que se estaba apoyando de su hombro.
- Cinnia, tu
también tienes los músculos más duros de lo que parecen.
Cinnia se sonrojó,
no sabía que responder.
- Sir Morgan, bah,
como si eso va a hacer que lo ame - se quejaba Morgan.
- Cariño, es mejor
así, ¿o querías que el rey te mate?, además, eso me permite estar conmigo.
- Lo único bueno
Elvia, a mí esto no me hace gracia, apenas sirvió para salvar el pellejo. Te
juro mi vida, que cuando esto termine, nos iremos de Gran Bretaña para siempre,
para formar mi propio reino.
- Yo te amo aunque
no seas un rey.
- Ja, jajjaaaja,
eso dices tú.
- Morgan, eres de
lo peor - dijo Fukushu.
- Y tú fuiste el
que me metió en este lío en primer lugar.
Kilómetros más lejos, poco más allá del muro de Adriano, al norte, se
encontraba la fortaleza de Morgana Le Fay, protegida por un lago de lava. Allí
Mordred estaba dando explicaciones a su madre, una alta y hermosa mujer pese a
los años, con inconfundible pelo negro, mientras caminaban por los pasillos del
lugar.
- ¡¡Te dije que no
era buena idea usar a los sajones, ellos sólo saben pelear a pie!!!
- Pensé que
bastaba con que mis caballeros montados pudieran causar daño con sus katanas,
son armas mortíferas y si hubiera matado a Arturo, eso ya se habría acabado.
- Ese hubiera ya
no soluciona nada, hablando de otra cosa, oí que a Camelot llegó lo que en el fin del mundo llaman ninja, ¿cierto?
- Es verdad excepto
que ya tenemos a alguien que nos puede ayudar con ese asunto.
- ¿De quién
hablas?
- Vamos a la gran
sala, te lo presentaré.
- Sensei, te
presento a mi madre, Morgana Le Fay.
El hombre se
levantó de su asiento, para abordarlos a ellos dos. Vestía un traje azul marino a la usanza
ninja, siendo su figura de típico oriental y casi la misma
estatura de Fukushu. Era Hidoi, su antiguo maestro.
- Arigato - dijo
Hidoi inclinando la cabeza abajo - mi nombre es Hidoi, por cierto Mordred,
¿Estás listo para
aprender a usar tu katana?
- Cuando guste,
maestro Hinoi
¡El maestro de Fukushu del lado de Morgana y Mordred! ¡Eso sí que no me lo esperaba! Esta se va poniendo mejor. Je, je, je.
ResponderEliminarMuchas gracias por el cumplido.
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