Antes
de ser el personaje que todos conocemos, tanto para detractores como creyentes,
Jesús fue un niño normal; tanto así, que se tuvieron que censurar varios
pasajes bíblicos, debido a sus travesuras. Seguramente ni él se querría
acordar.
Cuando
Jesús estaba chiquito, hizo que toda el agua del pozo cercano a su casa saliera
disparada, inundando todo a su paso. Si María y José no fueran buenos
nadadores, sin duda se hubieran ahogado.
Muy
pronto lo encontraron: arrimado en una roca, en posición de flor de loto y manipulando las aguas con sus manitos. San
José, que todavía retorcía su aureola de santo mojada, le gritó.
-¡¡Jesús,
deja de jugar con el agua y baja de allí!! ¡¡Estás castigado!!
El
niño dio la vuelta para mirarlo, cara desafiante y expresión omnipotente.
-¡¡Estoy
practicando para cumplir la voluntad de mi Padre; juego a ser Moisés salvando a
mi pueblo del yugo egipcio!! ¡¡Pienso hacer lo mismo con los romanos!!
-¡¡No
te culpo por querer practicar, pero estás inundando la casa y ya el agua está
bajando hasta Nazareth!! ¡¡Ya hasta los materiales de madera de mi taller están
más dañados que los del arca de Noé después del diluvio!! ¡¡Tampoco tengo
suficiente madera ni tiempo para construir un segundo arca, si es que causas el
segundo diluvio universal!!
Un
dubitativo Jesús respondió.
-Bueno
papá, entiendo que hice mal; voy a arreglarlo todo después de salir a jugar con
mis hermanitos y María Magdalena; a menos que mi otro Papá me lo pida.
Pero
María, que se conocía mejor que José todas las triquiñuelas y pensamientos de
tu hijo, le dijo.
-¡¡Ah
no, ve a remojar con los paños todo tu desastre y sin tus poderes; sólo te los
permitiré usar para que pares el agua del pozo y no inunde a Nazareth!! ¡¡Hazlo ya o le digo a la Magdalena que te estás portando mal!!
Sonrojado
de vergüenza, un humillado futuro mesías hizo un gesto con su mano para que
dejara de fluir agua por el pozo; luego, se puso a remojar cada trapo con agua –
incluso de su propia ropa, pues en esa época no se había inventado el trapeador – para después retorcerla en múltiples cubetas de
madera, con las que volvía a verter el líquido en el pozo.
Los
tres santos hicieron lo mismo; fue en ese momento que Jesús le dijo a José.
-Lamento
haber sido tan omnipotente y sólo pensar en mí; de verdad, mi otro Padre debe
estar avergonzado.
-Tranquilo
hijito mío, que ya estás enmendando tu falta.
En
un tono de cierta indignación pero lleno de gran sabiduría, el niño respondió.
-Solloza-
Bienaventurado hubiera sido yo, si en lugar de actuar como niño inmaduro,
hubiera yo mismo decidido no ir a jugar con mis hermanitos y la Magdalena para
enmendar esta falta por cuenta propia.
Está bueno.
ResponderEliminarGracias por el cumplido, tambien te invito a que pases por mi blog más a menudo y me comentes el resto de mis entradas; los tomates y vegetales podridos están bienvenidos, pues me animan a mejorar. Un saludo desde Alberixlandia.
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