miércoles, 24 de junio de 2015

Arriba y abajo: el gran dilema cósmico






Desde los albores de la humanidad, nuestros ancestros y luego nosotros, hemos buscado explicaciones a todo lo que nos rodea y hasta al origen de nosotros mismos. Fue así como en un principio le atribuíamos a los dioses o a fuerzas sobrenaturales la creación de todo; esto cambio un poco con la aparición de los filósofos griegos, que, pese a ser igual o más supersticiosos que los demás pueblos, tomaron los conocimientos de ciencias exactas ya existentes y comenzaron lo que ni siquiera lograron los egipcios: dar comienzo a las ciencias exactas.

Fue así como, con la excepción notable de la edad media europea, pasamos de creer que la tierra era plana al concepto de que es un esferoide; dejamos de soñar que éramos el centro del universo para darle ese lugar a nuestro sol; luego, otra vez de mala gana, tuvimos que aceptar que nuestro sol era una estrella más… así continuamos hasta llegar al día de hoy, en que casi todo nos parece posible y hasta estamos esperando que, algún día, hagamos contacto con los E.T y no sólo en las películas.

Sin embargo, hay algo que, aunque sabemos que es una verdad científicamente comprobada, siempre quedamos con la duda: ¿por qué si estoy en el polo norte, o en el polo sur, siempre tenemos la misma mirada fija en el horizonte, como si viviéramos en una tierra planta? Luego de una profunda reflexión, llegue a una conclusión que creo que es más racional que se me ha ocurrido, y creo que cualquier científico/a estaría de acuerdo conmigo: en el espacio, el concepto de arriba y abajo no existe; en el espacio exterior sólo existe un vacío sin gravedad, pero influenciado, en menor o mayor medida, por la fuerza de gravitación universal, que existe entre las estrellas, los planetas y hasta en nosotros mismos. El concepto de arriba y abajo, visión fija incluida, es algo completamente regulado y manipulado por la enorme fuerza de gravedad de nuestro planeta, de manera tal que es más posible que te termines cayendo hacia debajo de una montaña en la Antártida que saliendo despedido de la atmósfera y con la posibilidad de saludar al cosmos.

Otra de las grandes verdades, para total desconsuelo de mucha gente, principalmente muy idealista, es el hecho de que tampoco estamos en el centro de la galaxia: la distancia entre nuestro sistema solar y el centro de la Vía Láctea está calculada entre 27700 y 40000 años luz, y si tomamos en cuenta de que un año luz es la distancia que recorre ese elemento en un año, imagínate cuán lejos estamos. Pero despreocúpate: si estuviéramos en el centro de la galaxia, seríamos engullidos por un ejército de agujeros negros, los más grandes del área.

Así que siéntete cómodo/a con el mundo tal como está: entre arriba y abajo, es mejor que nos quedemos así.


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