Desde los albores de la
humanidad, nuestros ancestros y luego nosotros, hemos buscado explicaciones a
todo lo que nos rodea y hasta al origen de nosotros mismos. Fue así como en un
principio le atribuíamos a los dioses o a fuerzas sobrenaturales la creación de
todo; esto cambio un poco con la aparición de los filósofos griegos, que, pese
a ser igual o más supersticiosos que los demás pueblos, tomaron los
conocimientos de ciencias exactas ya existentes y comenzaron lo que ni siquiera
lograron los egipcios: dar comienzo a las ciencias exactas.
Fue así como, con la
excepción notable de la edad media europea, pasamos de creer que la tierra era
plana al concepto de que es un esferoide; dejamos de soñar que éramos el centro
del universo para darle ese lugar a nuestro sol; luego, otra vez de mala gana,
tuvimos que aceptar que nuestro sol era una estrella más… así continuamos hasta
llegar al día de hoy, en que casi todo nos parece posible y hasta estamos
esperando que, algún día, hagamos contacto con los E.T y no sólo en las
películas.
Sin embargo, hay algo
que, aunque sabemos que es una verdad científicamente comprobada, siempre
quedamos con la duda: ¿por qué si estoy en el polo norte, o en el polo sur,
siempre tenemos la misma mirada fija en el horizonte, como si viviéramos en una
tierra planta? Luego de una profunda reflexión, llegue a una conclusión que
creo que es más racional que se me ha ocurrido, y creo que cualquier
científico/a estaría de acuerdo conmigo: en el espacio, el concepto de arriba y
abajo no existe; en el espacio exterior sólo existe un vacío sin gravedad, pero
influenciado, en menor o mayor medida, por la fuerza de gravitación universal,
que existe entre las estrellas, los planetas y hasta en nosotros mismos. El
concepto de arriba y abajo, visión fija incluida, es algo completamente
regulado y manipulado por la enorme fuerza de gravedad de nuestro planeta, de
manera tal que es más posible que te termines cayendo hacia debajo de una
montaña en la Antártida que saliendo despedido de la atmósfera y con la
posibilidad de saludar al cosmos.
Otra de las grandes
verdades, para total desconsuelo de mucha gente, principalmente muy idealista,
es el hecho de que tampoco estamos en el centro de la galaxia: la distancia
entre nuestro sistema solar y el centro de la Vía Láctea está calculada entre
27700 y 40000 años luz, y si tomamos en cuenta de que un año luz es la
distancia que recorre ese elemento en un año, imagínate cuán lejos estamos.
Pero despreocúpate: si estuviéramos en el centro de la galaxia, seríamos
engullidos por un ejército de agujeros negros, los más grandes del área.
Así que siéntete cómodo/a
con el mundo tal como está: entre arriba y abajo, es mejor que nos quedemos
así.
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