jueves, 9 de abril de 2015

Hércules y el pastor




Cuenta una antigua leyenda griega, sacada de la bruma del olvido y del polvo de mi armario, que una gigantesca serpiente de dos cabezas llamada Hipnofis, asolaba las tierras del Peloponeso. Todo el mundo decía que ese era el peor castigo desde que un Zeus borracho, tras celebrar un día el cumpleaños de su hijo Dioniso, se hizo un descomunal peo que se interpretó como la señal del próximo diluvio.

Ante los ruegos desesperados de la gente, el rey de los dioses envió a su hijo Heracles, mejor conocido como Hércules en nuestros cuentos infantiles, para acabar con tal amenaza. El fornido semidiós llego, con su arrogancia de siempre: vestía una toga que apenas le cubría sus muslos y cuyo extremo superior pasaba superficialmente por las extremidades de arriba hasta llegar a su hombro derecho, dejando visible su musculatura; llevaba un gran cinturón con hebilla de oro, al igual que los brazaletes, forjadas por el propio Hefestos y su manto de león que le cubría la cabeza y los hombros.
Caminaba seguro, al encuentro de la bestia, cuando fue alcanzado por un joven pastor.

¿Es usted Hércules? ¡Gracias a Zeus que por fin lo conozco!! ¿Podría ayudarle en su faena? Hasta ahora, nadie ha sobrevivido a Hipnofis.

El semidiós miro al joven disimuladamente de pies a cabeza: su porte delicado de adulto joven no invitaba a la confianza; su manto de pieles, que cubría parte de su cuerpo y que ocultaba muy torpemente su toga de pastor, denotaba cierto grado de descuido; su rostro de lindo mozalbete sería una triste pérdida para el sueño de muchas muchachitas. 

El joven quedo expectante ante su mirada de desprecio, pero Hércules recupero su habitual compostura y muy amablemente, con tono de autoridad, le dijo estas palabras.

No muchacho, no requiero ayuda; tal vez en otro momento.

El semidiós se retiró caminando de manera ágil, seguido por el pastor, quien se cuidaba de guardar cierta distancia para no enfurecer a su héroe.

Poco después, de manera sorpresiva, Hércules es atacado por la serpiente Hipnofis, quien lo enrosca con su cuerpo. Hércules trato de zafarse con su descomunal fuerza, pero las dos cabezas del reptil le lanzaron una mirada hipnótica, quedando indefenso.

¿Creíste que no estaba atenta a tu presencia, poderoso Hércules?, jamás pensé que caerías en una emboscada como esta; ahora, vengare a mis hermanas que mataste cuando eras niño.

En ese momento, el joven pastor salió de su escondite y, cual león de Nemea, se abalanzo contra el reptil, que lo domino con facilidad.

Tonto mortal, ¿acaso te creíste semidiós para desafiar a un monstruo?

Sin haberse percatado, la serpiente dejo respirar a Hércules y este, logró zafarse de su cuerpo; convertido en un ciclón de furia, la tomo por las extremidades inferiores con ambas manos y el reptil dio más vueltas que Odiseo en el Egeo. La lanzo al cielo, donde se encontraba la carroza de sol de su tío Helios; no quedaron ni las cenizas.

Ahora, un enfurecido Hércules miraba al pastor; de un pisotón, hizo emerger una grieta que se prolongó hasta cerca de los genitales del aún postrado joven.

¡Tonto, se necesita algo más que valor para lidiar con este tipo de bestias! Aunque por otra parte – agregó en un tono más conciliador, como queriendo disculparse -, me enseñaste una lección: a veces, hasta los héroes necesitan ayuda.


1 comentario: