Los cuarenta ladrones regresaban de un azaroso pero fructífero día de trabajo con sus alforjas llenas de abundante botín sobre el lomo de sus camellos. Iban a su escondite; cuando llegaron allí el jefe de ellos se dispuso a decir las palabras mágicas.
-¡Ábrete sésamo!
Ante la mirada sorprendida de sus hombres no paso nada
- ¡¡Ábrete sésamo!!
Sólo se escucho la leve brisa del desierto
- ¡¡Dije que te abrieras &¡*<<<<<0'¡¡¡<'0 sésamo!!!
Como no volvió a ocurrir nada, el jefe pateo la puerta gritando ábrete sésamo y sólo gano un intenso dolor en el pie, lo que hizo que saltara sobre uno sólo mientras se agarraba el otro con las dos manos a la vez que gemía de dolor. Uno de sus subordinados dijo lo siguiente.
- ¿Jefe, está seguro de que aquel cerrajero hizo un buen trabajo al reparar la puerta?
A lo que el jefe respondió
- ¡¡Ese maldito ladrón!!
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