La última batalla
Justo al
rayar el alba, lluvias de flechas volaban en oleadas hacia ambos lados del
campo de batalla, acompañadas de pesadas bolas de fuego lanzadas desde
catapultas que estremecían el suelo al caer, dando anuncio a un sangriento
despertar. La batalla de Vinoconium había comenzado
Desde su
caballo, Arturo arengaba a sus cohortes de infantería a entablar batalla,
mientras estos lo miraban con suma atención, al igual que Mordred. Ambos
ejércitos tenían una organización similar a los antiguos romanos, excepto que
usaban cascos, cotas de mallas y escudos redondos producto de la influencia de
las tribus bárbaras, todos confiados en ganar la victoria por medio de mantener
el orden en sus filas que en su innata intrepidez.
- Si le permitimos a Mordred ser
rey, sus mujeres serán violadas, sus hijos vendidos como esclavos, sus tierras
saqueadas y ustedes moriran lentamente a causa de las torturas a quienes
someterá a aquellos que le enfrenten con gran valor, por lo cual es mucho mejor
morir ahora, en el fragor del combate. Lo malo para ellos es que moriremos con
la sonrisa de la victoria en nuestros labios, para que podamos escuchar desde
el cielo, a los bardos de los siglos venideros cantar nuestras inmortales
hazañas.
Seguidamente,
Arturo procedió a tocar las lanzas de sus cohortes de vanguardia con su espada.
Después cargó hacia adelante con su caballo, la lanza apuntando al horizonte,
siendo el primero en salir al combate.
- ¡¡Por Gran Bretaña, a la
carga!!
Del
lado de Arturo, los disparos de catapultas cesaron, excepto para disparar tiros
precisos, con el propósito de facilitar el avance de las cohortes de Arturo.
En tanto,
en el lado de Mordred, él y el rey franco arengaban a sus cohortes.
- Hoy es el gran día, vamos a
matar a ese traidor de mi padre. Después de que seamos victoriosos, a cada uno
de ustedes les concederé feudos y fortalezas, con vasallos que les servirán y
abundantes riquezas, luego de que saqueemos Camelot, ¿quién está conmigo?
Los
soldados de sus cohortes lo vitorearon animadamente.
- ¡¡Mantengan su posición!!
Las
cohortes de Mordred comenzaron a formarse, mientras él y el rey franco se
fueron a la retaguardia para dirigir a las tropas, desde lo alto de una colina.
Así dialogaban Mordred y Childerico.
- Las catapultas no han detenido
el avance de Arturo
- No, pero esto sí lo hará,
¡¡ballesteros, abran fuego!!
En
ese momento, el cuerpo de lanceros que estaban de vanguardia se dividieron
desde la mitad, para dar paso a tres largas filas de ballesteros formadas a su vez por dos filas, una detrás
de otras bien alineadas, la línea de frente de rodillas y la otra parada. Estaban
flanqueadas en ambos lados por los mismos lanceros que ahora formaban dos grupos
más pequeños con sus lanzas en diagonal hacia el horizonte, protegiéndolos de
cualquier acometida enemiga.
Una tras
otra al unísono comenzaron a disparar una lluvia interminable de flechas, de
adelante hacia atrás y de atrás hacia adelante; era un mecanismo que permitía a
una fila disparar mientras la otra cargaba como si fueran pistones de una pieza
mecánica causando grandes bajas a las filas de Arturo, siendo el caballo de
éste último una de las primeras víctimas. El rey estuvo varado en el campo de
batalla y hubiera quedado allí de no ser por un grupo de soldados que crearon
una formación de tortuga alrededor de él para protegerlo y sacarlo de allí, a
su vez el rey lamentaba la suerte de su caballo.
-¡Por favor, ayúdenme a sacarlo
de aquí!
-Pero su majestad, si lo ayudamos
con el caballo no podremos sostener los escudos para protegerlo.
-¡Pues no me iré sin él!
Haciendo
algo de esfuerzo, Arturo se las arreglo para llevar al herido animal a sus
espaldas hacia la seguridad de sus líneas. El rey mandó a sus médicos a tratar
de curar al animal pero fue en vano, lo que enfureció aún más al rey.
-¡¡Arqueros!!
Y
pasaron al frente los arqueros galeses flanqueados a ambos lados por lanceros,
pero poco podían hacer contra aquellos ballesteros que disparaban diez flechas
envenenadas en quince segundos. El rey se cubrió con su gran escudo redondo,
siendo justo en ese instante abordado por Fukushu.
-Su majestad, lo que usted está
sufriendo ahora es la acometida del arma china chu-ko-nu, es parecido a las
balistas que usan ustedes, excepto que es tan pequeña que se puede llevar en
una mano y cargar la flecha con la otra por medio de una palanca. Un tirador
bien entrenado puede colocar sucesivamente cada flecha en el compartimento
superior disparando diez en quince segundos, todas con puntas envenenadas.
-¿Y de qué me vale saber esto
ahora?
-Si me lo permite su majestad,
quiero cubrirme detrás de las filas de una de sus cohortes más adelantadas para
disparar dardos envenenados.
-El rey vacilo por un momento,
llevando su mano derecha a su mentón, luego dijo lo siguiente
.
.
-Está bien, que tengas mucha
suerte
El rey
ordeno a uno de sus dux (cargo casi equivalente a general en el bajo imperio
romano) que le permitiera a Fukushu disparar dardos desde dentro de sus
posiciones cerradas. El ninja uso sus pulmones casi sobrehumanos para disparar
sus mortíferas descargas a todas las distancias, lo que causo que los afectados
cayeran de forma desordenada empujando a sus otros compañeros hasta romper la
formación de forma lenta. Poco a poco los ballesteros de Mordred perdieron
efectividad, lo que fue aprovechado por los hombres de arco largo de Arturo,
que dispararon sus mortíferas ráfagas a los hombres de Mordred y Childerico,
quienes se tuvieron que cubrir con sus escudos.
-Tu plan ha fallado britano, ¿qué
piensas hacer al respecto?
-Ataquemos ahora Childerico, no
podemos permitir que mi tío se salga con la suya.
Al son de
tambores de guerra, los diezmados ballesteros de Mordred retrocedieron para dar
paso a sus compañeros, quienes cerraron filas para avanzar al encuentro de las
tropas artúricas. Al ver que las tropas de Mordred avanzaban pese a que sufrían
un número considerable de bajas por parte de los arqueros, les ordeno retirarse
para comenzar la lucha cuerpo a cuerpo.
Casi al
mismo tiempo, en otro lado del campo de batalla, Fukushu hablaba con los
pictos, sus compañeros de vélite (infantería ligera), todos semidesnudos,
pintados de azul, sus escudos de piel, lanzas y espadas celtas bien empuñadas.
- Ustedes, cúbranme lo más que
puedan, yo trataré de penetrar esas formaciones para romperlas.
- Sé que estás loco, pero de
todos modos te apoyaremos en lo que podamos - dijo uno de ellos.
Las
primeras en avanzar eran las formaciones militares de ambos bandos, que se
enfrascaron en una lucha despiadada. Poco después las caballerías de
ambos bandos se lanzaron a la carga, tomando ventaja el ala derecha comandada
por Sir Lionel, hermano de Lancelot, que estaba combatiendo con éxito el ala
contraria.
Lo que
Sir Lionel no había visto llegar hacia él, era una hacha doble que fue lanzada
hacia él dando giros en su trayectoria, por parte de un infante pesado franco. Pero
pocos metros antes de llegar, el mango del arma es partida en dos por una
espada pequeña, lanzada por Fukushu, quien rápidamente la recogió del suelo
uniéndose nuevamente a la pelea.
El ninja,
vestido con su típica armadura ninja, buscaba abrir espacios a sus compañeros,
además de debilitar la ofensiva contraria, mientras se trataba de acercar a
Mordred, que todavía seguía bien resguardado.
Fukushu
primero lanzó unas shurinken a las piernas descubiertas de una cohorte franca
que estaba en formación de tortuga (antigua formación militar romana que se
formaba por medio de escudos, creando una especie de cuadrado o rectángulo,
conformada por escudos en sus cuatro lados y también hacia arriba, como una
especie de cubierta), lo que hizo que varios de los que estaban adelante se
cayeran, siendo reemplazados rápidamente por el que estaba atrás.
Después
de eso, el joven corrió rápidamente, para dar un salto acrobático, que hizo que
su cuerpo diera varias vueltas en el aire, cayendo hacia adelante, aterrizando
en los escudos de arriba. Procedió a perforar los escudos con su katana,
matando o hiriendo a sus portadores, caminando de esa forma por toda la
formación; para continuar aquello, al mismo tiempo que desde abajo los soldados
le trataban de dar alcance infructuosamente con el filo de sus espadas.
Aquella
parte de la formación no tardó en sucumbir, ya debilitada ante el ataque
enemigo y así sucesivamente. Fukushu se movía como sombra por el campo de
batalla, siendo de algún modo protegido por sus compañeros pictos, que daban
cuenta de alguno que otro arquero que trataba de dispararle, matándolos o
hiriéndolos con las piedras lanzadas desde sus ondas y lanzándoles lanzas.
Empero
Fukushu no era el único causador de estragos. Las grandes piedras flameantes,
lanzadas desde catapultas, provocaban la desbandada de los hombres,
entorpeciendo las formaciones cerradas que tanto Arturo como Mordred se
esmeraban en mantener, creando algo de confusión en el campo de batalla y dando
como resultado, combates encarnizados.
El ninja
saltó de nuevo sobre otra formación de tortuga, esta vez, dejando caer sobre
sus escudos una de las últimas bolsas de fuego griego que le quedaban,
causándoles gran alboroto; inmediatamente volvió a saltar, para caer parado
entre los espacios libres, lo que aprovechó para recoger rápidamente unas
piedras que estaban a sus pies. Luego las lanzó a las piernas de unos soldados
de retaguardia, de una formación que pasaba al lado de él, lo que causó que
toda esa cohorte se viniera abajo, en medio de aquel accidentado terreno.
Cuando tenía la oportunidad, mataba a cuanto oficial tenía en frente,
desorganizando más aquel ejército.
Así fue
como se abría paso entre las legiones francas y tropas ligeras, hasta que,
luego de lanzar la última bolsa de fuego griego a una de las formaciones, sus propios compañeros tuvieron que defenderse
de la infantería ligera del otro bando.
- ¡Ahora no podremos cubrirlo
deberá seguir sólo! - dijo uno mientras usaba su honda para golpear a los
adversarios que tenía a su alrededor.
- Estamos bien rodeados -
contestó su compañero de al lado, un muchacho joven de pelo largo.
- ¡Al menos recuerda defenderte
como él nos enseñó!
El joven
de pelo largo se defendió como un tigre y en una de esas, golpeó con un
puñetazo de cuatro pulgadas de alcance, similar al que quince siglos después
inmortalizaría Bruce Lee, a un adversario. Lo hizo volar por los aires e
impactando a otros tres compañeros que estaban detrás. Los principales contrincantes
de los compañeros de Fukushu eran tropas ligeras conformadas por campesinos
origen galo y vasco, a quienes Childerico prometió darles tierras para volverlos
vasallos suyos, en un desesperado intento de ganarse su apoyo; a diferencia de
sus feroces enemigos, tenían puestas armaduras y cascos de cuero que les daban
cierta protección contra sus feroces enemigos.
Al otro
lado del campo de batalla, en el campamento de Arturo, las mujeres y los
médicos atendían a los heridos que venían llegando y en determinado momento,
Cinnia subió a la colina más alta que le quedaba cerca, para ver el panorama de
la batalla, llevando su carcaj de flechas y arco. Una matrona le gritó desde
lejos.
- ¡¡Cinnia, qué haces allá!!
- ¡¡Voy a ver el panorama,
necesito saber cómo va la batalla!!
Al que
trataba de observar en realidad, era a Fukushu, que intentaba abrirse paso
entre los espacios de las formaciones enemigas y las tropas de choque, buscando
acercarse a Mordred. Su letal pero sigiloso avance fue interrumpido cuando lo
rodeo una horda de tropas ligeras galo-vascas. Fukushu sacó de su arsenal una
kusigarama, que era una especie de hoz unida a una cadena (en este caso bien
larga) y esta a su vez a un peso de metal, girándola en el aire, destruyendo a
cuanta cabeza tocó y asustando a otros; su largo alcance le permitía dar golpes
a distancia, causar heridas graves a la vez de intimidar.
Cuando ya
había acabado con aquellos y se disponía a guardar su cadena, una de las
últimas cohortes de infantería pesada franca estaba justo frente a él. Fukushu
realizó un nuevo salto acrobático, quedando arriba de los escudos que formaban
aquel testudo atravesándolos con su katana desde arriba, lo que provocó que
ellos abrieran la formación para dejarlo caer.
El ninja
cayó parado, pero estaba rodeado de hombres bien armados, comenzando una pelea
despiadada en donde él rebanó a más de la mitad de ellos aunque seguían siendo
demasiados. Finalmente, Fukushu comenzó a sucumbir por las heridas, cayendo
poco a poco en el suelo quedando finalmente derribado.
Parecía
que iba a ser su fin, cuando una lluvia de flechas atravesó las partes
vulnerables de aquellos francos, incluso algunas llegar corazas. Quien disparaba
era Cinnia, tan certera como y peligrosa como una ninja. Aquellos hombres,
confundidos, se desorganizaron, retrocediendo en el acto, dejando a Cinnia
postrada ante el cuerpo del semimoribundo Fukushu.
- ¿Fukushu, estás bien?
Apenas la
podía recordar, observándola a veces de manera clara, otras de forma borrosa.
Sabía que estaba a punto de morir, hasta que recordó lo que le dijo el
hechicero Kijutsu un tiempo atrás, recordando lo que le obsequió.
- ¿Fukushu?, ¡¡¡Fukushu!!!- decía
la joven entre lágrimas.
Con su último aliento, el joven
le dijo lo siguiente.
- Aún no, por favor toma el pomo
de jade que está alrededor de mi cabeza y tórax, ¡rápido!, abre la tapa y vacía
su contenido en mi boca
Ella lo
buscó frenéticamente, lo encontró y procedió tal como le dijo. La bebida tenía
un mejor sabor de lo que imaginó, además de que sintió sus heridas sanarse
instantáneamente.
Justo en
esos precisos momentos, la cohorte franca se reagrupó, comenzando una lucha
entre la muchacha, que había tomado la larga katana para proteger el cuerpo de
Fukushu y ellos. Ella primero se defendió postrada en el suelo, luego logró
levantarse para seguir la lucha, pero eran demasiados, por lo que comenzó a
sucumbir.
El ninja,
que ya estaba repuesto, se reincorporó de un ágil brinco y con las dos pequeñas
espadas que sacó de su espalda, se unió al combate. Entre los dos terminaron
destruyendo a toda esa cohorte, ambos quedaron por un momento a solas, en medio
del fragor de aquella batalla.
- Toma, bebe un poco de esto - le
dijo él, llevándole lo que quedaba del líquido en el pomo de jade
Las
heridas de ella sanaron en segundos.
- Gracias Fuku, eres tan gentil,
¿por cierto, que era eso?
- No hay tiempo para
explicaciones preciosa, debes irte de aquí.
-¡Yo no iré a ninguna parte, te
seguiré hasta el final aunque tenga que morir!
Esa respuesta dejó perplejo al
guerrero, que le respondió lo siguiente.
- ¡No es que dude de tus
cualidades, lo que pasa es que no has sido entrenada para situaciones de
combate como esta, regresa al campamento por favor!
- Pe.., pero yo
Las bocas de ambos estaban muy
cerca de la otra. Justo antes de que sucediera algo entre ellos él le dijo.
- Te prometo que te entrenaré
después, ahora necesito que estés a salvo, toma, una de mis espadas cortas. No
te preocupes por mí, yo estaré de vuelta.
- Esta bien Fuku, lo que tú
digas.
Ella se
abrió paso en medio de los combatientes, avanzando de la manera más rápida y
ágil que podía, utilizando la espada cuando era necesario. Segundos después de
verla partir, Fukushu, katana en mano, se dispuso a seguir avanzando, le
faltaban pocos metros para llegar a Mordred.
Más atrás
en la lucha encarnizada que libraba la caballería de Sir Lionel contra el ala
franca, Morgan le dijo lo que pensaba hacer.
- ¡¡Sir Lionel, esto es un tedio,
mejor buscaré acción por mi cuenta!! - decía mientras rebanaba a los francos
que estaban a su alcance!!
- ¡¡No, debemos mantenernos en
formación, sólo así podremos vencerlos!!
- ¡¡Lo siento Sir Lionel, pero tú
no eres mi mamá!!
Y se retiró con su caballo, a lo
más denso del campo de batalla, lo que hizo que un colérico Sir Lionel dijera.
- ¡¡Idiota!!
En aquel
momento, Sir Lionel había logrado vencer el ala izquierda de la caballería
franca, que estaba en desbandada. Al mismo tiempo su infatería estaba sucumbiendo
ante los embates de las huestes de Arturo, lo que indicaba que el final de la
batalla estaba cerca. En medio de la desesperada situación, Childerico, rey de
los francos y Sir Mordred, trataban de mantener el orden en sus filas, dando
sendos golpes a sus subordinados con sus dos espadas envainadas.
Morgan,
en cambio, cabalgaba por el campo de batalla, tumbando enemigos a diestra y
siniestra, con la maestría de un jinete experto, logrando romper numerosas
formaciones a su paso y partiendo los cuerpos de un solo tajo con sus dos
katanas en la mano, aprovechando la estabilidad que le brindaban sus estribos.
Era evidente su pericia con las espadas dobles, logrando hacerlas girar
alrededor de su muñeca a una velocidad tal, que semejaban hélices reflejando la
luz del tenue sol. Así fue como Morgan se abría camino.
En
determinado momento, las fuerzas enemigas habían herido de muerte a su caballo,
pero antes de que el peso del animal cayera sobre su pierna, Morgan dio su buen
para de volteretas hacia atrás, a ras del suelo, logrando esquivar el impacto.
Luego, dio un brinco hacia atrás quedando en el aire boca abajo mirando hacia
el suelo y terminando el salto, cayó parado de forma erguida, para seguir
batallando con sus katanas.
- ¡¡¡Woooo, jayaaaa!!!, ¡¡tomen
esto malditos francos!!
En tanto,
al otro lado del frente enemigo.
- ¡¡¡No se queden allí parados,
hay que seguir combatiendo - les arengaba el rey de los francos- , esto aún no
ha terminado!!!
- ¡¡¡Mantengan el orden en sus
filas, o nos van a derrotar !!! - gritaba Mordred.
En ese
momento, se le acercaron tres jinetes francos exhaustos, siendo el que estaba
más cercano a Mordred.
- (jadeaba) - ¡¡Señor, jaf, jaf,
siento informarle que el ala izquierda de caballería acaba de ser derrotada!!
- ¡¡No puede ser!! - exclamó el
rey franco.
- ¡¡ Duxes traigan a los
auxiliares!!
- ¡¡Auxiliares, formen filas!! -
dijo uno de los centuriones francos.
Los
auxiliares eran las últimas cohortes francas, fuerzas de refuerzo usadas para
cubrir la retirada, perseguir enemigos derrotados o ayudar a definir la batalla.
Estaban formándose para la batalla, justo en el momento en que Fukushu, en
medio de aquellas desesperadas huestes, estaba muy cerca de Mordred y su
caballo, siendo lo peor que nadie lo había visto, pese haber todo un ejército a
su alrededor. Se aprestaba a desenvainar su katana, movilizándose con sigilosa
agilidad y justo cuando estaba a pocos pasos de matarlo, una columna de fuego
procedente de una gigantesca sombra, que lo cubría todo, hizo que desistiera,
logrando esquivarla rápidamente.
Al mismo
tiempo, Morgan se acercaba más y más a la retaguardia enemiga, cuando divisó a
cierta distancia a su hermano, que estaba dirigiendo a las tropas montado en su
caballo. Apuntando su espada hacia él, pensó en voz alta la siguiente frase.
- ¡Con que allí estás hermanito,
prepárate para tu funeral, jayaaaaaa!!!
De manera
paralela, Fukushu había logrado penetrar los anillos de tropas francas, hasta
quedar varios pasos cerca del mismo Mordred. Con ágil sigilosidad, se fue al
ataque con su katana desenvainada sin que nadie lo supiera, a pesar de la gran
cantidad de tropas allí presentes. De pronto, una inmensa sombra cubrió todo el
panorama y milisegundos después, una columna de fuego disparada desde aquello
se interpuso entre Mordred y Fukushu, teniendo este apenas tiempo de escapar
con vida, dando saltos hacia atrás. La columna de fuego se proyectó hacia
adelante, persiguiendo a Fukushu.
- ¡¡Dragón, dragón, corran!!!! -
decían los hombres de Mordred.
- ¿Pero qué? - se cuestionó a sí
mismo el rey franco.
- Esto no puede ser - dijo un
reflexivo Mordred.
La bestia
seguía lanzando fuego desde su hocico a Fukushu, que lograba correr a duras
penas, seguido de un fuego abrazador que no discriminada tampoco a los francos,
quienes morían quemados. Justo antes de que lo quemaran, Fukushu logró
introducirse dentro de un pozo de agua que estaba frente a él, dejando que las
llamas consumieran el brocal techado.
A pesar
de que al principio, parecía que el dragón iba a arrasar con todo, al moverse
más adelante, empezó a lanzar sus ráfagas a las tropas artúricas. Los que no
morían quemados huían despavoridos, rompiendo sus filas.
- No entiendo - se preguntó
Childerico, rey franco -, primero nos estaba atacando a nosotros, ahora va por
ellos.
- Un momento - dijo Mordred-,
¡entonces...., ese dragón es..., mi madre!, ¡¡soldados avancen!!
Su ejército, enardecido, se lanzó
a la carga, contra las desorientadas tropas artúricas.
- ¡¡No teman de ese dragón, la
justicia está de nuestra parte, ganaremos!! - los arengaba inútilmente Arturo.
De
inmediato, el dragón lo atacó a él, algo que hizo que Arturo levantara su Excalibur
hacia arriba, creando una especie de aura energética que lo protegía del fuego
del dragón. Acto seguido, el dragón escarlata siguió atacando a Arturo hasta
derribarlo, sin embargo se levantó como si nada y empezó a desafiar a la bestia
con su espada alzada.
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