martes, 17 de septiembre de 2013

El baile de la muerte de Joe Lambada (3ra parte)


3ra parte

Brasilia, capital federal

El profesor Plinio Arantes avanzaba hacia los estacionamientos de la universidad de Brasilia. De mediana altura, complexión algo pícnica, mostacho, calvo, nariz ganchuda y mirada penetrante, poco faltaba para que pareciera un ave de presa llegada a cierta edad. Siempre se concentraba en una sola cosa a la vez, cuando a pocos metros de llegar a su automóvil es interrumpido por una llamada a su celular.

-¿Quién me llama?

Una voz infantil hablaba por el otro lado

-Papá, ¿cómo estás?

-Disculpa niño, pero no soy tu papá

-Sonó de forma más tierna

-¿Me podría ayudar a localizarlo?

Quisiera poder ayudarte, pero no creo que sea la persona indicada. Busca a la policía, ellos tal vez te den resultado. Adeu (colgó)

No se había percatado el profesor que casi al mismo tiempo, un vehículo cuatro por cuatro Land Rover color verde oliva se acercaba rápidamente, rugiendo de manera endemoniada, hacia donde estaba su vehículo. Estuvo a punto de arrollar a dos jóvenes, que apenas pudieron echarse a un lado.





Tampoco se había percatado el profesor que quien estaba al otro lado de la línea era Pedro Pablo, el cómplice de Joe Lambada. Estaba en su cuarto dormitorio, afro al viento, la célebre camiseta de la selecao puesta, pantaloncitos azules y chancletas Reef, observando lo que pasaba desde las cámaras de circuito cerrado del campus, a las que había hackeado.  No tardo en llamar a su compañero para avisarle lo que tenía que saber.

-Joe, el profesor se acerca hacia ti. Tienes exactamente tres segundos para hacer contacto.

-Cambio y fuera

El Land Rover freno justo enfrente del profesor, obstruyéndole el paso a su viejo Dodge. Se abrió la puerta, y un musculoso brazo de piel clara semi tostada salió de él tomando al sorprendido hombre por la corbata. Luego, en un abrir y cerrar de ojos, la puerta se cerró tras él con un sonoro chasquido y el vehículo se fue a toda velocidad del mismo modo que llego.

Horas después

-Despierte dom Plinio (Unas palmaditas golpeaban su rostro), apúrese, que necesito saber algo de usted

Cuando despertó dom Plinio, descubrió que estaba de cabeza, con sus brazos extendidos, a unos metros de la superficie del tanque de un acuario repleto de pirañas, con sus talones sujetos a unos aros que estaban unidos a unas cadenas metálicas, que se prolongaban desde una polea que colgaba del techo. Joe Lambada se las había ingeniado para tomar el acuario, matar a los guardias de seguridad, instalar la polea y colgar de ella al profesor, sujetando las cadenas con sus manos.

-¿Do…donde estoy, quién es usted?

-Eu sou Joe Lambada

-No me importa que seas el mismo diablo, no te diré nada y si pensabas que me vas a asustar con una jaula llena de pirañas, craso error; las pirañas no atacan a los humanos, de hecho los aborígenes del amazonas se bañan al lado de ellas.

Joe acercó su cuchillo sierra al cuerpo del profesor

-No, pero ambos sabemos que si ellas saborean la sangre, no dudaran en devorarlo

-¡¡Aún así no pienso decirte nada de lo que quieras saber desgraciado!!

-Joe le hizo una expresión facial de delirio macabro.

- Profesor, tiene a su madre con un cáncer terminal en el hospital de Brasilia, ¿no es verdad?

-El viejo se puso indignado y haciendo esfuerzos para tratar de golpear a Joe, gritaba de la siguiente forma

-¡¡No te atrevas a ponerle un dedo encima, maldito bastardo!!

Joe tomó uno de los brazos de Plinio, poniendo el filo del cuchillo en contacto con la muñeca.

-¿O qué me hará usted, qué pasara si mato a la única persona que la puede salvar? (suena el teléfono)

-¿Quién me habla?

Una hermosa negra hablaba desde el otro lado de la línea fija, hablando en tono sensual. Estaba vestida con ropa de casa, en posición de flor de loto sobre su colchón de agua

 -Hola Joe, ¿te has olvidado de mí?

No, pero espera un momento

A continuación, Joe deja inconsciente al profesor con un jab de derecha, luego sigue hablando con la chica.

-Cariño, estoy en el trabajo

-Sí, pero quedaste conmigo en ver Avenida Brasil

-Ya te dije que no tengo tiempo para ver telenovelas contigo

-Lo mismo dijiste cuando te invite a ver el clon

-A mí no me gusta el clon, te lo he repetido hasta la saciedad

-No, pero a mí sí Joe

Él vacilo por un momento, luego respondió

No te puedo prometer que voy  a ver la novela contigo, pero tengo boletos para el amistoso entre Inglaterra y Brasil en Londres, Inglaterra, el próximo mes

¡¡Uyyy, que atento eres conmigo, nos vemos pronto. Te amo, ¡muac!, ciao.
Joe colgó

Esas son las cosas por las que nunca voy a casarme

Luego se puso a levantar al profesor con unas palmaditas en la cara

-¡Despierta que no tengo todo el día!

-¡¡Deja a mi madre en paz!!

-Yo se profesor, que usted está trabajando en un proyecto para encontrarle cura a su cáncer. Se también que está a punto de tener éxito, por lo que no quiero imaginar qué sucedería si mato a la única persona que la puede salvar.

-Presiono su cuchillo sierra contra las venas de la muñeca, provocando que brotara sangre. El profesor empezó a sollozar.

 ¡¡Sniff!!, tú ganas, te diré todo lo que quieras saber (Joe se detuvo). La última vez que lo vi, tenía aspecto que no durmió en semanas y vestía el mismo juego de ropa; decía que tenía información que podía comprometer a Michaelson y su proyecto minero, sintiéndose acosado incluso por funcionarios del gobierno, creo que hasta tenía pesadillas. Fue por eso que le sugerí que se cambiara de identidad y se fuera a otro país, se decidió por lo primero pero descartó lo último; dijo que no descansaría hasta parar el proyecto de mina a cielo abierto. Es todo lo que se, por favor, permíteme salvar a mi madre.

Nao profesor, usted me dio unas pistas, pero no todo lo que quería saber. Adeu.

Le cortó la vena, soltó las cadenas y el cuerpo de Plinio cayo en el estanque de las pirañas. Una gran mancha de sangre emergía desde sus profundidades, mientras salía agua salpicada y un burbujeo continuo, producto de la acción de las pirañas.

Poco después, Joe estaba en un apartamento navegando en Internet por horas y horas, en un vano intento por localizar a Chico Flores o a alguien idéntico. Busco infructuosamente en las páginas web de diversas ONG ambientales, no apareciendo nombres parecidos ni ninguna foto siquiera parecida; se adormeció sobre el teclado de la laptop, cuando justo al lado de él sono su celular con el tono de la lambada. Joe lo cogió de inmediato.

-Aló?

Joe soy yo, Pedro Paulho

Hola Pedro, dime que tienes algo

Sí, de hecho me costo una semana de sueño
Pedro Paulho, cuídate en salud

Tranquilo Joe, duermo tarde en mis vacaciones. Bien aquí te va, me metí en las bases de datos del registro civil de Brasilia y me encontré que nuestro escurridizo amigo se había cambiado el nombre no hace mucho a Moisés Da Souza. Con ese nombre se metió en una ONG de nombre Antiminería Brasil, que ponía especial énfasis en atacar el proyecto de Acab Michaelson. Para evadir impuestos, establecieron sus oficinas en un complejo de apartamentos de Río, de tal forma que no puedes identificarlos desde afuera.

-          Buen trabajo, ¿me puedes dar la dirección?

-          Te la mande por whasapp

-          Gracias Pedro Paulho

Con la información a mano, Joe se retiro del apartamento, no sin antes despedirse del cadáver de un joven, que estaba sentado en su sofá con una herida de bala en su rostro.

 Gracias a ti también por la asistencia. Adeu

Frente al cadáver estaba un televisor plasma de pantalla plana pegado en la pared. Por su pantalla estaba pasando una noticia de último minuto de la cadena TV O Globo de Brasil.

Seis guardias de seguridad asesinados y un cuerpo devorado por pirañas en un estanque es el saldo de un despiadado crimen ocurrido la noche de ayer. Se cree que los restos de cuerpo sin identificar probablemente sean de Plinio Arantes, catedrático de biología de la Universidad de Brasilia, desaparecido horas antes. Aunque hasta ahora no se tiene ningún sospechoso, todas las marcas de autoría apuntan a Joe Lambada, uno de los fugitivos más buscados de Brasil.

Un numeroso grupo de periodistas rodeo al general Silvio Arantes.

-          General Silvio Arantes, ¿son ciertos los rumores que pese a ser el jefe de las fuerzas armadas de Brasil, aún no ha demostrado efectividad a la hora de detener a este criminal?

Tanto el general como su bien armada escolta se metieron en sus respectivos vehículos, evadiendo responder cualquier pregunta de los persistentes periodistas.

-          De confirmarse la autoría de Joe, ¿se despejarían los rumores de su muerte en el tiroteo en Matogrosso?

-          No más preguntas



Río de Janeiro, Brasil

De un violento zarpazo la puerta de aquella oficina fue derribada. Los jóvenes voluntarios allí presentes vieron atónitos como entraba por el marco de la puerta un hombre alto, de rasgos anglosajones, chaleco y fedora de piel de jaguar. Joe contemplo a un grupo de jóvenes de ambos sexos que no cifraban siquiera los treinta años, tal vez tampoco los veinticinco.

Luego de la sorpresa inicial, todos se abalanzaron contra él, pero Joe los despacho como si fueran muñecos de trapo. Todos quedaron inconscientes excepto al joven mulato al que tenía sujeto su antebrazo contra la espalda, hacia delante de él. Lo empujo a la fuerza hacia un escritorio, donde lo puso contra la superficie.

-          Se que tu amigo Moisés Da Souza estuvo por aquí, dime donde está

-          ¿Da Souza?, no conozco a nadie con ese nombre

-          Me vas a decir donde está o torturo a tu abuelo, descuartizo a tu padre, tus dos hermanos y me violare a tus tres hermanas y a tu madre.

El joven vacilo por un momento y trago saliva.

Selva brasileña

Encaramado en un árbol en lo más profundo de la espesura, Joe Lambada observaba desde la mira telescópica de su rifle a su víctima, Moises Da Souza. Estaba rodeado por un montón de aborígenes con taparrabo y marcas de pintura en el rostro, y aunque vestía de manera similar, le podía distinguir por ser algo más alto, una piel canela menos oscura que la de los aborígenes y rasgos mestizos finos.

Por más que trataba de enfocarlo, su visión era obstruida por los aborígenes, quienes lo abordaban cada rato, como si se tratara de algún tipo de celebridad.

Podría dispararle con mi treinta y ocho desde aquí, pero es hasta más imprecisa. Me temo que tendré que hacerlo a la manera antigua.

Descendió del árbol para penetrar a la aldea, llamando la atención de todos. El hombre alto, de botas y jeans, chaleco negro antibalas a modo de traje y pañuelo rojo cubriendo su cabeza, preguntó lo siguiente.

-          Vendrás conmigo Moisés Da Souza, o mejor dicho, Chico Flores

Inmediatamente después de escuchar su nombre, el joven corrió con pies descalzos hacia la selva. Al ser más pequeño y ligero que Joe, era prácticamente imposible que éste último lo alcanzara. Casi al mismo tiempo todos los aborígenes de la aldea lo miraban amenazadoramente, por lo que alzo su brazo con su treinta y ocho al aire, causando un ruido que disperso a todos.

- ¿Crees que eso te bastara para escapar?, pues prepárate muchacho.






No hay comentarios:

Publicar un comentario