No hace mucho vivió en el mundo terrenal un millonario gordiflón, que por más dinero que se gasto nunca pudo adelgazar. Así siguió hasta el día que se murió, cuando fue al tribunal celestial para ser juzgado en el cielo por San Pedro, desde su púlpito.
- Señor malapaga, me temo que por sus muchos pecados usted ha sido condenado al infierno.
- ¡¡Qué bien!!
- ¿Se puede saber por qué la razón de tanta alegría?
- Bueno don Pedro, es que si me quedaba en el cielo, no iba a parar de comer con toda la comida que iba a recibir en la mesa del Jefe. En cambio, si voy al infierno tendre sauna para toda la eternidad.
El Pregonero Silencioso
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