lunes, 8 de diciembre de 2014

El pueblo es soberano


Durante la caótica edad media, existió un poderoso señor feudal que nunca exploto a su gente y los defendía con valentía. Su feudo era el más próspero de todos.

            Sus enemigos, movidos por la envidia y las ansias de tomar sus riquezas, lo atacaban cada rato sin éxito alguno. Finalmente, decidieron unirse todos para sitiarlo y derrotarlo, pero como era un gran guerrero y estratega, volvió a salir victorioso.

            Cuando todas sus tentativas fracasaron, ellos se pusieron de acuerdo en firmar la paz y hacerle una visita de cortesía, para poder aprender de este buen soberano. Poco después, éste les organizo el paseo y los hizo entrar a su feudo, siempre escoltados por soldados bien armados; incluso el propio señor feudal tenía su armadura puesta, ya que era una locura confiar en sus belicosos vecinos.

            A su alrededor, los monarcas no vieron menesterosos, ni infantes trabajando como adultos ni nadie pasando hambre. Todas las personas, tanto hombres y mujeres, lucían bien alimentados y vestidos, sin tener ropas de nobleza; eran campesinos que disfrutaban su arduo trabajo de sol a sol.

            Al entrar a su imponente castillo, repleto en sus atalayas y murallas por guardias tan bien armados como los que los escoltaban, quedaron más impresionados por su abundante riqueza de lo que anteriormente estaban. Sin embargo, luego de pasar el pesado puente levadizo, salvo soldados con armadura o alguno que otro/a sirviente, apenas notaban lujo alguno; si es que no se consideraba lujo que el castillo seguía siendo un lugar bastante aseado para la época.

            Pasaron por el salón del trono, en donde divisaron dos asientos rústicos de comedor sobre una plataforma de piedra escalonada; sólo el estandarte de tela con el escudo de armas cosido en su centro, colgado al fondo y detrás de las sillas, permitía identificarlos como los tronos reales.

            Al sentarse en la sala de banquetes, notaron que los asientos eran cómodos pese a no tener diseños bien elaborados y la mesa de fina madera apenas delataba la riqueza de su dueño. Una señora bien conservada para su edad, una linda joven y un mozalbete les servían los exquisitos platos. Entre la señora y la joven apenas se notaba la diferencia de años, mientras el chico también tenía aspecto agradable; sólo esos detalles los delataban como la familia del noble, porque no vestían mejor que sus sirvientes.

            Al ser interrogado sobre sus sobriedad espartana pese a todo su poder, el noble les contestó.

- Mi pueblo es rico porque yo distribuyo bien las riquezas del reino y no me aprovecho de mi rango para abusar de mi poder y lograr su respeto. El respeto y la lealtad se logran en la medida que reconozcamos que fuimos puestos por Dios aquí para servir al pueblo, no servirnos de él.  Yo seguiré educando a mis hijos para que sigan mis pasos y gobiernen este feudo como yo lo he hecho hasta ahora, porque yo algún día moriré, pero el pueblo seguirá existiendo; por eso, el pueblo es soberano.

FIN

10 comentarios:

  1. Gran cuento, Alberix. Una gran lección. Seguro que fue un ancestro de Mújica :) Me encantó. Un abrazo

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    1. Ojalá ese señor haya tenido más descendientes; sería bueno que hubieran más Mujicas. Guapa, veo que cambiaste tu perfil; yo, en lo personal, prefiero ver tu linda cara. Saludos.

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  2. Me ha encantado, un cuento medieval que se podría trasladar a la época actual. Podría servir de ejemplo para muchos gobernantes. Un saludo.

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    1. Si siguieran su ejemplo, las casas de gobierno no estarían repletas de adornos ostentosos ni lujos superflúos, producto de nuestros impuestos; sin duda, eso desanimaría a muchos/as aspirantes, deseosos/as de engañar al pueblo para conseguir sus votos y lograr estar en esos lugares de poder. Gracias por disfrutar mi cuento.

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    1. Insisto Fernando: no sería una utopia si todos/as ellos/as pensaran como el personaje de esta historia. Entiendo perfectamente que tú hayas tenido malas experiencias con los políticuchos de turno; en el mundo entero nos pasa a todos/as. En lo que sí estoy en desacuerdo contigo, es que sí han habido buenos gobernantes; pocos pero reales: Nelson Mandela y José Mujica entre ellos. Suerte en las próximas elecciones.

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  4. Son textos como este a los que doy mi aplauso más sincero, esto es así como en casa de cada uno, si quieres paz y un buen gobierno, da ejemplo dando paz y gobernando con sabiduría y humildad en tu propio hogar, lo demás son tonterías. Un excelente relato para disfrutar y aprender de su lectura, además de estar escrito con una narración fluida y muy amena. Enhorabuena y gracias.
    Saludos, compañero.

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    1. Debo admitir que no tiene los típicos elementos que hacen épico a un relato medieval, pero veo que al menos gusta. Gente como el protaginista de esta historia existe; lástima que son tan pocos. Hasta pronto y te invito a que te pases más a menudo a mi blog.

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  5. Una gran lección para todas las épocas la de tu cuento, Alberix. Necesitamos más gobernantes como el de tu relato.
    Un abrazo.

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    1. Pues tengo fe que en la medida que la humanidad y la educación de calidad sigan su marcha, habran más posibilidades de que existan. Por cierto, ¿recuerdas ese relato pequeño con el que pretendí ganar uno de los concursos de ustedes y aún así perdí? Su nombre es Mundo Xero, y ya estoy pensando la segunda parte del relato para hacer una saga; ésta vez los capítulos estaran enlazados, de modo que no habra perdedero. Gracias y hasta pronto.

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