Capítulo 5
En el fin del mundo
Al atracar a aquel país, el japonés no pudo dejar de mirar los
contrastes con el suyo, una campiña de vegetación espesa con pobladores blancos
como la leche e inmensos (cosa que llegó a ver tanto con Morgan, la banda de
Mordred y esporádicamente con los piratas vándalos, aunque nunca a tantos de
ellos), todos hablando en gaélico. El clima era aún más frío, pero para suerte
suya podía controlar la temperatura de su cuerpo, mientras Morgan necesitaba de
su gruesa ropa para hacer eso; igualmente le extrañaba la rústica forma de vida
de aquellos bien alimentados bárbaros, sus ropas y modales no tenían la
elegancia que sí podía apreciar en Japón, donde hasta el más humilde campesino
vivía equilibradamente en pulcritud gracias a las enseñanzas sintoístas y
budistas de los monjes. Pero era seguro una cosa, no podía dar sus impresiones
a Morgan pues se sentiría ofendido, mucho menos ahora que necesitaba de su
ayuda.
Fukushu y Morgan estaban viajando a pie, por el viejo camino romano
empedrado, con sus bultos a la espalda, a la vez que conversaban de los planes
que tenían.
- ¿Vas a decirle a
Arturo que eres emisario del emperador japonés y que yo soy tu esclavo?
- Sí
Morgan quedó
pensativo.
- ¿No se te pudo
ocurrir una peor manera de humillarme?
- ¿O es eso o
quieres que te maten?
- Ninjas, con
razón nadie los quiere
Fukushu guardó silencio
- Otra cosa señor
embajador, ¿vas a ir a una corte de lujo empapado de sudor, con ese pesado
kimono?, ¿qué imagen crees que vas a dar de Japón cuando estés allí, un país
donde los nobles caminan porque no tienen caballos, que no se bañan, sus ropas
siempre llenas de lodo, etc..?, ¿por qué no escogiste algún equino de las
caballerizas de los otros pueblos?
- Porque ninguno
valía la pena.
- Oh sí, cómo no
señor embajador, le encontraré un caballo sagrado para transportar su celestial
presencia.
El ninja aunque molesto con todos esos ridículos comentarios, sabía que
el bárbaro tenía razón, necesitaban caballos y pronto, sino la excusa de ser
embajador no tendría sentido.
- Esta bien
Morgan, tú ganas, vamos a conseguir caballos.
- ¿Sabes de algún
lugar donde ir a buscar uno?
Fukushu era un ninja, pero le era inconcebible robarle a gente inocente,
en esto pensaba cuando los rodearon unos salteadores cuyo jefe estaba montado
en un hermoso caballo gris de elegante crin y brioso pelaje.
- ¡¡Alto allí!!!
Sólo podrán irse cuando nos hayan dado todas las pertenencias - dijo el hombre
mientras lo amenazaba con su espada, lo mismo hacían los demás con sus hoces y
cuchillas.
Morgan y Fukushu, en lugar de estar asustados, intercambiaron miradas de
euforia, sabían lo que tenían en frente. Minutos después, los dos estaban
montados en ese caballo, las alforjas de cosas colgando del lomo a ambos lados
de la silla de montar de forma equilibrada; Morgan cabalgando como un verdadero
maniático mientras que Fukushu, se aferraba como podía a la silla de montar a
la vez que estaba sentado incómodo atrás. Habían dejado relegados a sus
salteadores, quienes estaban yacían inconscientes en el suelo, víctimas de una
breve pero intensa pelea.
- ¡¡Eres el peor
jinete que he conocido en mi vida!!!
- ¡¡¡Oye enano!!!!
¡¡¡¡O es eso o nunca llegaremos a Camelot?!!!!!¡¡¡¡Arreeeee!!!!!!
En lo alto de una inmensa y empinada colina, se encontraba una vetusta y
elegante fortaleza romana, justo al lado de un precipicio vertical que bajaba
hasta el valle por donde pasaba un río sin orillas, entre esos rectos riscos;
era la famosa Camelot, que con el pasar de los siglos inspiraría a trovadores y
poetas, las más gloriosas piezas de literatura del Medioevo, mas sin embargo,
en este momento de la historia sólo era el hogar del rey de Gran Bretaña,
Arturo Pendragón.
Al ver los guardias a Morgan, no tardaron en ponerse amenazadores,
sabían que Morgan era un traidor.
- ¿A qué se debe
la incomodidad de tu presencia, es que nuevamente intentarás asesinar al rey? -
preguntó uno de los atalayas.
Fukushu no pudo evitar darle a su compañero una mirada de incredulidad.
- ¿Tú intentaste
eso?
- Bueno, esto, es
que ese día estaba borracho
- Morgan, si te
descubro haciendo de nuevo, juro que yo mismo te desollaré vivo
El japonés contestó al atalaya lo siguiente
- Soy emisario del
emperador del Japón, este hombre ahora es mi esclavo, hará lo que yo quiera.
Después de decir esto, Fukushu lanzó hacia arriba una de sus chacaras,
que llego hasta la cima de una de las torres de más de veinte metros de altura.
Cuando uno de los guardianes la abrió, vio que contenía varias monedas de oro y
plata.
- Es un regalo del
pueblo japonés.
- Pasen,
avisaremos a la corte de su llegada.
Lograron entrar, siendo escoltados por soldados de infantería con
blindaje ligero, hasta el trono de Arturo y Ginebra, en donde estaban rodeados
de varios cortesanos de ambos sexos y a la mano derecha del rey estaba el mago
Merlín, alto, de elegantes barbas blancas y túnica cuyas telas resplandecientes
le recordaban a Fukushu los kimonos de Kijutsu, el mago de la corte japonesa.
Pero lo que más llamaba la atención a Fukushu era el propio rey Arturo, que se
dió cuenta que le hacía honor a su nombre (uno de los significados de Arturo en
gaélico era oso), no sólo le parecía de dos metros y rubio, su corpulencia lo
hacía ver como un guerrero temible.
La primera persona en reaccionar a la llegada, irónicamente, fue Elvia,
cortesana de Camelot, que fue a dar un abrazo apasionado a Morgan, quien le dio
vueltas en el aire cuando la abrazaba; se besaron apasionadamente.
- ¡¡¡ ¿Morgan, mi
amor, has regresado?!!!
- ¡¡¡Aléjate de
ese traidor, Elvia!!!! - dijo Arturo
Los mismos guardias que escoltaron a Morgan, ahora le apuntaban con sus
lanzas.
- Oh noble rey,
este esclavo viene conmigo.
- El gaélico que
hablas no tiene acento, suena muy bien para ser extranjero - continúo Arturo -,
noble emisario, ¿a qué debo el honor de tu venida?
- Antes de hablar,
exijo que dejen en paz a Morgan.
- Está bien - el
rey hizo un gesto con la mano, lo que hizo que los guardias hicieran a un lado
sus lanzas, para tranquilidad de Elvia y Morgan.
- Bien su
majestad, vine ante tu noble presencia para pedir tu ayuda, necesito recuperar la
espada de mi emperador, robada por un caballero de nombre Mordred.
Lo que dijo causó que en toda la corte, tanto los menos plebeyos como
los propios reyes dijeran más de un murmullo, después de lo cual Arturo dijo.
- Eso que me pides
no es tan fácil, Mordred se ha hecho aliado del rey anglo sajón, está formando
un poderoso ejército cerca del antiguo muro de Adriano, vienen a atacarnos al
sur.
- Entonces pido
que me permitas unirme a tu ejército.
Arturo lo miró de pies a cabeza, le pareció ver a un niño preadolescente,
de rasgos hermosos, finos, con traje elegante de seda, pasos ligeros, cuya
complexión podría sucumbir ante el más ligero lanzazo. Hasta el más pequeño de
sus hombres podría ser más grande que él.
- Sin ánimos de
ofender, pero no tienes aspecto de caballero montado a caballo - dijo Arturo.
- Soy un buen
tirador, le pido por favor que ordene me lancen seis manzanas.
Arturo le hizo ademán a su bufón, quien primero hizo malabarismos con
manzanas que había traído en un cesto una de sus cortesanas, luego hizo
malabarismos con ellas para al momento siguiente tirarlas una por una hacia
arriba, siendo penetradas por shurinkens lanzados por Fukushu. La corte se
sorprendió.
- Está bien, con
una condición, estarás con las tropas auxiliares.
- Me siento
honrado - dijo Fukushu haciendo el típico saludo japonés, inclinando su cabeza
hacia adelante, con el cuerpo erguido -, igualmente lo voy a honrar con ricos
presentes.
Hizo un gesto a Morgan para que bajara las alforjas, entre las de él y
Fukushu habían traído joyas, monedas de oro, plata, sedas y algunos objetos de
jade, siendo esto último lo que volvió locas a las cortesanas. Una de ellas, en
especial, que no se había movido para nada de su posición al lado de Ginebra,
miraba con mucha atención y ojos vidriosos al japonés, cosa que él mismo no
había notado en absoluto; era de tamaño promedio para su país, rubia, pálida y
con ojos azules que recordaba el mar en verano.
- Estamos
agradecidos por tus presentes - añadió Arturo -, pero aún hay que aclarar el
tema de Morgan.
Arturo se puso a parlamentar un momento con sus allegados, de
intercambiando palabras de forma discreta, primero con Ginebra, después con
Merlín, al que siguió Lancelot, hasta que todos parecían murmullar a la vez.
- Ya le dije que
él vino conmigo, es mi esclavo.
Justo en ese
momento terminaron de parlamentar
- Lo sé,
igualmente es un hombre muy peligroso. A petición tuya no lo llevaremos a la
mazmorra, pero, lo llevaremos a un cuarto cómodo, aumentando la seguridad en
torno a él.
A un gesto de Arturo, los guardias se llevaron de modo poco amable a
Morgan.
- ¡¡¡¡¿A dónde se
lo llevan, por favor rey, tenga piedad?!!! - dijo Elvia entre sollozos
- Te doy mi
palabra que él estará bien - respondió Arturo - en cuanto a ti noble emisario,
una de mis cortesanas te escoltará a tu habitación.
- ¡¡Yo lo hago!! -
respondió la muchacha anteriormente descrita, quien estaba al lado de Ginebra.
- Cinnia, gracias
por ser tan voluntariosa con el noble emisario, será un gran honor para ti.
- El honor es mío
- dijo Cinnia - , venga, le mostraré los aposentos.
La hermosa joven guió a Fukushu hacia su habitación, que estaba cerrada
con una rústica y gruesa puerta de roble con cerradura grande. Como para
parecer servicial le dijo lo siguiente.
- Los baños están
abajo en el sótano, es un viejo alcantarillado romano cuya agua la proveen
acueductos que se alimentan del curso alto del río y su presión alcanza esta
colina.
- Esos romanos
debieron ser muy buenos, aquellos acueductos apenas los llegué a ver.
- Es que ellos lo
hicieron así porque desde esta fortaleza ellos controlaban todo Gales.
- Debieron ser un
imperio poderoso.
La muchacha cayó,
no pudo hablar más allá de lo que ya sabía.
- ¿Tan amable eres
conmigo? - preguntó el ninja.
- Es que...
ejem... tú me pareces una buena persona.
No había escuchado algo así ni de su emperador. Igualmente, sin ser un
depravado, le llamó la atención el ser un poco más pequeño que aquella
muchacha, que le llevaba tal vez unos cinco centímetros de altura, ya que en su
país no estaba acostumbrado a ver mujeres tan grandes, mas ella era demasiado
natural con él para que este detalle impidiera la comunicación.
- No eres tan bajo
como dicen.
Pero Fukushu no le dio importancia a ese comentario, aunque ella hubiera
querido una respuesta.
- Cinnia, gracias
por todo, dame las llaves, me voy a descansar, ha sido un viaje muy largo y
azaroso
Ella estaba a punto de abrazarlo, pero él la intimidó abruptamente sin
quere, al hacer su típico saludo de inclinar la cabeza sin tocar.
- Nos vemos en el
banquete de esta noche, el rey lo organizó en tu honor - dijo ella saludando coqueta mente con la mano.
En lo único que pensaba Fukushu era en abrir la puerta y entrar, no
tenía tiempo para coquetear con nadie si es lo que ella quería. Tenía una
misión muy importante que cumplir, con dos objetivos específicos, por eso
quería terminar rápido para regresar a Japón con la espada del emperador y la
noticia de la muerte de Mordred. Ya estaba desempacando las cosas en su cama,
cuando sintió la presencia de alguien, por lo que echó rápidamente mano a una
de sus espadas pequeñas.
Sin hacer ruido trató de
observar quien estaba detrás de él, dando la vuelta y lo que vio era al mago
Merlín.
- No vine a pelear
contigo, por favor, baja el arma.
Lo hizo con cierta importancia.
- ¿Usted qué hace
aquí?
- Disculpa mi
terrible falta de ética, es que quería encontrarme en secreto contigo.
- Hable ya
- Sé de dónde eres
y a qué viniste
El ninja se sorprendió al escuchar esto, pues sabía que estaba lidiando con
un mago.
- Tranquilo, no le
diré a nadie, para esta corte no es nada honorable lo que haces en realidad.
Vine a decirte que cuentas con mi apoyo para todo lo que necesites, además a
advertirte que te enfrentas con fuerzas malignas que jamás te has imaginado.
- ¿A quién se refiere?
- Me refiero a
Morgana Le Fay, la madre de Morgan y de Mordred; ella es una poderosa
nigromante, medio hermana de Arturo, que tuvo a Mordred de forma incestuosa con
él.
- Eso ya me lo
había contado Morgan, ¿pero por qué tanto odio?
- En la mesa redonda
en donde se sientan Arturo y sus caballeros, hay un asiento prohibido, sólo se
puede sentar allí el mejor caballero del mundo, el más puro. Se supone que iba
a ser Mordred, Arturo lo reconoció como hijo, heredero y hasta lo nombro
caballero; lo que ocurrió después es algo muy triste, la silla echó abajo a
Mordred.
- ¿Puede hacer una
silla eso?
- Por supuesto,
los cálculos astrológicos que usé el día que diseñé la mesa redonda no están
equivocados. La cree con el propósito de establecer una armonía en la nueva
orden de caballería, estableciendo que el rey nunca esté sobre ellos y
viceversa.
- ¿Por qué creó
ese asiento peligroso?
- Porque está
escrito en los astros, no puedes preguntarle a los dioses el por qué de sus
caprichos. Lo malo es que el día que alguien se siente allí, la corte de Arturo
llegará a su fin.
Fukushu quedó
paralizado con la noticia, aunque trató de no darle importancia.
- Ya sé, los
astros, ¿dígame, qué ocurrió con Mordred?
- Mordred fue
humillado ese día, no porque la silla lo hiciera caer, sino que por medio de
ella todos descubrimos la maldad que había en su corazón, ya que su reacción
colérica fue tan evidente, que el propio Arturo decidió posponer
indefinidamente su nombramiento como heredero, de allí las ganas de venganza.
- Es bueno
saberlo, pero a mí sólo me interesa cumplir mi misión, le guste a Morgana o no.
- Puedes meterte
con Mordred, pero a Morgana me la dejas a mí, eres sólo un ninja no un mago.
- Gracias por
reconocerlo, si me disculpa tengo que seguir ordenando mis cosas.
- No te
interrumpiré más, hasta pronto.
Merlín desapareció por la ventana luego de convertirse en paloma.
Al viejo Merlín no se le escapa nada. Hasta ahora, Fukushu no ha tenido problemas con la cultura occidental, aunque puede que en cualquier momento cometa un error sin quererlo, costándole caro. La historia se va poniendo interesante.
ResponderEliminar¡Saludos!
Saludos a ti, quisiera seguir leyendo tu blog, pero mi trabajo en la oficina me deja sin casi tiempo. Hasta luego.
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