jueves, 29 de diciembre de 2011

Un buen regalo no siempre tiene que ser el más esperado



Esta fue la lección que aprendió Mekele, un joven de doce años que vivía en una tribu católica de Tanzania, un país de África. Él siempre soñaba con tener un ipod.

Cuando llegó la navidad, esa fecha tan esperada por los niños, él estaba ansioso por ver su regalo. Pero cuando lo abrió se percató de que en lugar de una ipod, resultaron ser unas zandalias de charol y luego de eso rompió a llorar. Sus papás no tenían dinero para comprar una ipod de modo que le dieron algo que les parecía muy útil, pues en su aldea la gente andaba descalza.

Al fallar sus progenitores en explicarle el asunto lo llevaron ante su abuelo, que era además el curandero de la aldea y su miembro más sabio. Él le dijo algo así:

Hijito mío no llores, que a veces la vida  no siempre nos da lo que nosotros le pedimos sino lo que necesitamos.Tal vez no te llame la atención ser el único chico que no ande descalzo en la aldea, pero yo creo que tarde o temprano el destino te mostrará para qué sirve ese regalo.

Aún cuando sus palabras sonaron reconfortantes, el niño siguió estando algo desanimado, lo que tiempo después desembocó en lo que el psiquiatra llamó principio de esquizofrenia, una enfermedad incurable.

Pero pronto llegó la oportunidad de estrenar su regalo: el gobernador había organizado una carrera de pista y campo para adolescentes. Habían premios para los tres primeros lugares, tocándole al primer lugar mil dólares en moneda del país. Los progenitores del niño le pidieron que compitiera, pero su abuelo le animó aún más diciendole que aunque no tenía zapatillas usara las zandalias que le regalaron, que hubo  un etiope hace ya mucho tiempo que ganó una carrera olímpica estando descalzo.

El chico compitió con sus zandalias de charol y quedó segundo luego de que un chico que tenía buenas zapatillas lo venciera. Si bien ganó trescientos dólares, lo suficiente para comprar buenas zapatillas para correr y comprarse un seguro privado, lo que más cambió su vida fue que tiempo después un buscador de talento del gobierno llegó en busca de aquel niño que ganó el segundo lugar en una carrera con unas zandalias de charol. Desde ese momento el ministerio de deportes de su país financió su preparación física e incluso cuando enfermó completamente de esquizofrenia igualmente le financiaron su atención médica.

Pasó el tiempo y Mekele perdía y ganaba carreras, casi siempre quedando en alguno de los tres primeros lugares del palco. En algunas de ellas usaba sus inolvidables zandalias hasta que creció demasiado para poder usarlas. Años más tarde, luego de ganar la medalla de oro en una olimpiada, quedó contemplando sus resguardadas zandalias de charol y pensó así:

"Así fue que comenzó mi sueño, quería un ipod para escuchar música y en vez de eso, Dios escuchó mi corazón y me dió estas zandalias que después de todo me llenaron de dicha"







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